18 noviembre 2007

Luces en el horizonte


La soga del sida que aprisiona a miles de niños en todo el mundo empieza a debilitarse. Así lo ha determinado el último informe del Centro de Investigaciones Innocenti, “Protegiendo a la infancia afectada por el VIH/SIDA”, según el que se ha concluido que hay razones para la esperanza de las más de cuarenta millones de personas afectadas por el virus.

El objetivo principal que persigue la divulgación de este documento es el fomento del debate sobre la grave situación a la que se enfrenta la infancia, el colectivo más vulnerable frente a la pandemia del sida. Para que los niños y niñas sean considerados víctimas, no es preciso que sus cuerpos frágiles hayan sido contagiados. Basta con que la inexorable expansión de las consecuencias de este mal condene al entorno en el que viven con la pobreza, la exclusión social y la explotación sexual, en muchos casos. En la actualidad existen en el mundo más de 15 millones de huérfanos atribuidos a esta enfermedad provocada por el VIH, más de la mitad viven en África subsahariana.

El continente africano continúa siendo el más maltratado por el síndrome de inmunodeficiencia adquirida a pesar de que ya se han detectado casos, desde 1985, en los cinco continentes. Cada año se estima que más de 400.000 niños son infectados de los que el 80% son africanos. Son datos que reflejan las grandes diferencias que se observan en el desarrollo de la enfermedad en función de la riqueza de los países en los que se expande. La balanza económica vuelve a ser un factor inexcusable también en materia de salud. Desde 1996 los enfermos de los países desarrollados pueden acceder a un tratamiento antirretroviral, algo que, hasta el momento, era imposible de costear para los países en vías de desarrollo, los más devastados por la tragedia.

Ahora, con la publicación reciente de este informe, se vislumbran las primeras luces en el horizonte. Dos son los avances que anticipan un futuro más tranquilizador. En primer lugar, un número cada vez más alto de niños recibe tratamiento como resultado de la difusión y una mayor utilización de los test voluntarios y de los servicios de asesoramiento. La información y la prevención son los antídotos más efectivos contra el contagio. En segundo término, el abaratamiento de los fármacos y una formulación más simple de estos también ha facilitado que el estigma del sida se vaya reduciendo poco a poco en muchas comunidades.

Por primera vez en mucho tiempo los datos son positivos en algunos aspectos. Hace cinco años tan sólo cinco de cada cien niños huérfanos por causas derivadas del virus recibía ayuda, en 2007 la asistencia llega al 30% de los afectados. Hoy en día una representación muy escasa de los niños seropositivos recibe cotrimoxazol, un antibiótico de bajo coste capaz de reducir a la mitad los índices de muerte por enfermedades asociadas. Para el año 2010 UNICEF espera haber elevado esta cifra hasta el 80%. Estos son sólo algunos destellos que se reflejan en el estudio de Innocenti de lo que parece ser una luz al final del túnel.

Per Engebak, director regional de UNICEF para el Este y Sur de África, conoce bien la realidad con la que conviven a diario millones de personas en todo el mundo. Los jóvenes de entre 15 y 19 años están dentro de la franja de edad más propensa a ser contaminada. Por esta razón, Engebak sostiene que la única solución posible a esta terrible espiral pasa precisamente por ellos. “Niños y jóvenes podrían convertirse en poderosos agentes del cambio […]. La generación de sus padres ha sido sacrificada. El reto actual es salvar la suya” afirmó la semana pasada en una entrevista publicada en las páginas de sociedad de El País.

Después de casi tres décadas desde el descubrimiento de los primeros casos de sida en EEUU todavía no se ha descubierto un método seguro capaz de curar la que es la mayor epidemia del siglo XX. La vacuna es todavía una quimera. Ahora en el siglo XXI, con un mayor compromiso de los gobiernos y con la ruptura definitiva de la cultura del silencio, hay motivos para la esperanza. Al fin, se hizo la luz.


Centro de colaboraciones solidarias. Universidad Complutense de Madrid.

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