12 noviembre 2007

La balanza de la injusticia


El acceso a la educación es un bien escaso que se reparte con pesas y medidas diferentes según de que país y de que grado de desarrollo se hable en un mundo injusto con los más pobres y demasiado benevolente con los poderosos. Esta es la conclusión principal que se extrae de un informe publicado la semana pasada por el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU). Se trata de un extenso comunicado que recibe el título de “Compendio Mundial de la Educación 2007” en el que se presentan las últimas estadísticas de educación correspondientes a más de 200 países. Los resultados relatan una realidad alarmante.

La edición del presente año se centra en la financiación de los sistemas educativos y proporciona una serie de indicadores que permiten comparar no solo la composición del gasto en educación entre los países, sino también entre los distintos niveles de enseñanza. Las comparativas muestran importantes desniveles entre gasto público en educación y población en edad escolar por lo que en consecuencia pocos reciben mucho y muchos reciben poco. Situación que pone en el lado privilegiado de la balanza a las grandes potencias mundiales como EEUU y algunos países europeos como Alemania, Francia o el Reino Unido y deja excluidos de la medición a la totalidad de países de otras regiones como África Subsahariana, América Latina o las zonas más empobrecidas del continente asiático.

Las cifras que se recogen en el informe hablan de grandes contrastes. El gasto público en educación de los países del África Subsahariana solamente representa un 2,4% de los recursos públicos mundiales dedicados a los sistemas educativos. Sin embargo, la UNESCO muestra que en esos países vive de manera aproximada el 15% de la población mundial en edad escolar. En cambio, en EEUU, un país donde vive apenas el 4% del total de los niños y jóvenes del mundo, el presupuesto dedicado a este sector representa un 28% del gasto mundial. Con estos números sobre la mesa no es sorprendente que el presupuesto dedicado a la educación de un solo país del llamado primer mundo supere con creces el gasto de la totalidad de los países que componen alguna de estas regiones subdesarrolladas.

En un solo continente, como el asiático, las diferencias son abismales. Mientras en la región de Asía Oriental y el Pacífico la inversión estatal alcanza unas cuotas aceptables en la de Asía Meridional y Occidental la situación es radicalmente diferente si se tiene en cuenta que solo el 7% del gasto mundial es empleado en sufragar la enseñanza de casi un 30% de los niños y jóvenes de la tierra.

Del informe se desprenden, además, otros datos que definen un panorama equilibrado para la región de América Latina y el Caribe en la relación gasto público/población escolarizada que maquillan otros números más amargos como los 22 millones de jóvenes latinoamericanos y caribeños que no estudian ni trabajan, lo que representa el 21% de los 106 millones de personas entre 15 y 24 años de la región, según datos aportados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Con los dos platos de la balanza llenos, la disyuntiva se inclina, como de costumbre, por las regiones más ricas y desarrolladas del planeta. EEUU y Europa Occidental vuelven a ocupar los primeros puestos en inversión educativa de un mundo mal repartido en el que los porcentajes reales se contradicen con los éticos y deseables. No es admisible que el presupuesto público de un solo país se aproxime a la suma de los presupuestos de todos los gobiernos de seis regiones del mundo. EEUU es el punto de apoyo que sostiene esta balanza de la injusticia.

No obstante, el gasto público no es la única fuente de financiación aunque sí la más importante. Algunos países, sobre todo los menos adelantados, transfieren a las familias diversos costos relacionados con la escolarización, algo que desfavorece la igualdad de oportunidades. La financiación privada puede ser una alternativa, pero suele ser vista con malos ojos según para que casos. Quizás en el reparto equitativo entre estas tres fuentes de inversión complementadas con la concesión de becas o préstamos sin interés pueda esconderse la clave que haga que, por una vez, el equilibrio no sea imposible.


Centro de Colaboraciones Solidarias. Universidad Complutense de Madrid.

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