13 diciembre 2008

LOS AMANTES DE VALDARO

Tratar de explicar como funcionan los engranajes del amor no es algo alcanzable para casi nadie. Ni siquiera para quien lo practica a diario. Pero creo que si existe alguna forma de acercarse un poco a la orilla de los múltiples y variables significados de este sentimiento de oleajes y ventoleras es a través de la imagen eterna de los amantes de Valdaro, fundidos para siempre en un abrazo indisoluble que perdura hasta nuestros días. En fin, en eso consiste el amor.
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El seis de febrero de 2007, un grupo de arqueólogos descubrían en un enterramiento neolítico del suburbio industrial de Valdaro, en la ciudad italiana de Mantua, a esta feliz pareja de enamorados tratando de escapar de los relojes y de engañar al tiempo prolongando su unión más allá de los minuteros y de los ciclos biológicos. Las primeras pruebas de los investigadores demostraron que los esqueletos corresponden a un hombre y a una mujer sepultados juntos, hace más de 5.000 años, con las rostros enfrentados y los brazos y piernas entrecuzados, una posición que ha despertado la suspicacia y la curiosidad de muchos estudiosos.
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Para Elena Menotti, la responsable de la expedición arqueológica que desempolvó la primera versión de la obra de Shakespeare - Romeo y Julieta -, "ambos murieron jóvenes porque conservan intactos la mayoría de sus dientes". Además, rechaza la idea de que la mujer fuera sacrificada tras una muerte natural de su marido por la misteriosa y tierna postura en la que fueron sorprendidos en su intimidad.
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Ahora los dos cuerpos entrelazdos continúan confundidos el uno en el otro y expuestos en el Museo Arqueológico de Mantua, para siempre, al menos por otros 5.000 años. Para que cualquier visitante comprenda al verlos que el amor es algo irracional que no entiende de medidas ni de encajes, que el amor después de todo es lo mejor que nos puede pasar en la vida.
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Desde la invención de las palabras miles de poetas y adolescentes han intentado buscar, si éxito, en sus rimas y en sus prosas la definición exacta de esa sensación que a todos nos embarga de vez en cuando y que hace que los colores brillen más, que las aceras sean de algodón y que las noches se hagan interminables. Siglos de incertidumbre mientras la respuesta que todos buscaban yacía enterrada y escrita en la misma tierra desde hace cinco milenios.
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Conservando sus recuerdos y sus besos en el calor de un abrazo infinito estarán para siempre vivos en la enternidad y muertos por sus huesos.

10 diciembre 2008

REMINISCENCIAS DE AQUEL PARÍS

El Plan de Bolonia ha conseguido revivir el movimiento estudiantil en España. Universidades públicas de Barcelona, Madrid, Sevilla y Valencia acogen, desde hace meses, asambleas en las que miles de voces, contrarias a la reforma europea, piden que se paralice un proceso que, según sus pancartas, conducirá a la enseñanza superior a la mercantilización mediante la intromisión de la financiación privada. Manifestaciones, encierros indeterminados en algunas facultades y la participación activa en los órganos de decisión de las instituciones de las que forman parte son sus altavoces para hacerse oír en un debate con exceso de ruido y al que no han sido invitados.

Lo que en 1999 había surgido como un cambio pacífico suscrito por 29 países, hoy 46, con el fin de modernizar e internacionalizar la educación universitaria se ha convertido en una guerra abierta entre estudiantes y organismos. Los primeros protestan en contra de las becas-préstamos, de la precarización de las titulaciones y de una supuesta eliminación de las carreras de humanidades por ser menos rentables para el mercado. Piden la paralización del proceso y la escenificación pública de una discusión en la que todos los interesados puedan tomar parte. Los segundos, rectores y políticos, dicen que la inversión pública no se verá afectada, ni tampoco su independencia y aseguran que el nuevo plan mejorará las salidas laborales y que seguirá siendo accesible para todos los bolsillos. Piden respeto al alumnado en el uso de sus mecanismos de expresión y aceptan su implicación en la configuración de los planes de estudio.

La fuerza que impulsa las movilizaciones es, a fin de cuentas, la sensación que muchos jóvenes tienen de no haber sido consultados. Un vacio democrático que les hace invisibles e inoperantes para el sistema. Nadie les ha dado explicaciones y por eso reivindican su derecho de participar en las decisiones que marcarán su futuro académico y profesional. “Queremos que nos escuchen. Aunque no consigamos nada ya hemos ganado porque al menos la gente se está cuestionando las cosas”, afirma Laura Flores, estudiante de Derecho en Sevilla. Su lucha, más allá del ámbito de la educación, es también la construcción de una sociedad más justa y estructurada.

Cuatro décadas más tarde, en lo esencial esta historia es la misma que la que tantas veces Ismael Serrano le pidió a su padre que le contase. Aquel cuento tan bonito en el que estudiantes con flequillo y guerrillas urbanas, uniformadas con pantalones de campana, luchaban contra el orden establecido por la quinta República francesa gobernada por De Gaulle a finales de los sesenta. En aquella ocasión, bajo el lema de “seamos realistas, exijamos lo imposible”, miles de personas vieron la oportunidad de cambiar la “vieja sociedad” y sustituirla por una nueva fundamentada en los derechos y en la libertades. Pese a todo, aquella revolución inédita, dirigida por primera vez en la historia por estudiantes, no triunfó y los ideales de aquel mayo se evaporaron sin transformaciones inmediatas pero si dejaron huellas en las nuevas formas de pensar el mundo. Cuarenta años después, algunas reminiscencias de aquellos acontecimientos contestatarios han aparecido en las principales universidades españolas como la Autónoma de Barcelona o la Complutense de Madrid.

Los contextos son distintos y los protagonistas otros pero es inevitable no recordar aquel Paris, en la primavera de 1968, en el que muchos jóvenes inconformistas soñaron con un mundo diferente en el que buscar arena de playa bajo los adoquinados del capitalismo occidental. En España los objetivos de la protesta no van tan lejos pero la reacción en defensa de unos principios comunes es la misma que la de aquellos intrépidos comandados por Daniel Cohn-Bendit.

Sobre el papel, está previsto que para el curso 2010/2011 el proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) se finalice en todos los países firmantes. Para entonces, salvo que contra todo pronóstico las movilizaciones logren sus objetivos, el Plan de Bolonia será una realidad y sus defectos y virtudes evidentes. Sea como sea, todo el esfuerzo de los estudiantes por hacerse visibles y partícipes de sus propias vidas habrá merecido la pena, aunque solo sea por haberse atrevido a pensar que las cosas hubieran podido ser de otra manera.

03 diciembre 2008

LA LENGUA COMÚN DE LAS LÁGRIMAS


“¿Quién hubiera pensado que las lágrimas llegarían a ser una vez nuestra lengua común?”, exclamaba desde su micrófono un reportero de la televisión turca tras el maremoto que asoló la costa este de Sumatra a finales de 2004 y que, según cifras oficiales, se llevó la vida de 230.000 personas. Estas palabras eran su comentario ante la reconciliación, al menos durante la catástrofe, de la enemistada región del archipiélago indonesio y el sudeste asiático. Las grandes desgracias globales como el cambio climático, las crisis financieras o el terrorismo hacen que desaparezcan los antagonismos y nos unen en una única acción conjunta en pos de salvar el mundo.

Ulrich Beck, sociólogo alemán y estudioso de los procesos de globalización, acuñó en 1986 el término de la “sociedad del riesgo” para explicar las transformaciones que han dado pie al comienzo de la posmodernidad a partir de la caída del muro de Berlín y que se llena de significación en relación con los incuestionables avances de la modernidad, sobre todo durante el siglo XX. Hitos que han provocado una serie de consecuencias indirectas y en parte inesperadas como la inseguridad ciudadana y los nuevos peligros para los que ya nadie tiene remedio.

Vivimos en un mundo de porcelana que amenaza con romperse en mil pedazos a causa de la proliferación en la escena pública de nuevos riesgos desconocidos en el pasado pero incuestionables en el presente. Los medios de comunicación son los encargados de poner el grito en el cielo para mantener unidas las grietas del planeta. Los movimientos sociales, de protestar y pedir explicaciones por la pasividad de los Estados y las multinacionales, ambos siempre culpables de las emergencias planetarias. Pero, ¿Quién decide qué es un riesgo extensible para toda la humanidad? Quizás, también, los responsables de remendar los descosidos dada la ausencia de soluciones definitivas.

Peligros como el que suponen para la salud los campos electromagnéticos que producen las antenas de telefonía móvil, la gripe aviar identificada como la fuente más probable de una futura pandemia humana o la exposición prolongada a los rayos del sol como el causante principal del cáncer de piel son riesgos reales que condicionan la vida de los ciudadanos bajo un velo de miedo. Algo que la economía y la burocracia saben aprovechar muy bien a costa de un individuo desconfiado que agradece los esfuerzos institucionales para garantizar su seguridad a pesar de que ello conlleve la restricción de sus libertades. La prohibición de llevar líquidos en los aviones es un ejemplo claro de la influencia que tiene en la cotidianeidad de las personas “la espada de Damocles” que supone el terrorismo internacional para la sociedad raída en la incertidumbre.

Para sobrellevar tanta indefinición la sociedad del hoy necesita de artificios que prometan un futuro plausible en el mañana. Algo en qué confiar. “In God we trust”, sugieren los dólares americanos desde 1864. “In Obama we trust”, coinciden propios y extraños tras la reciente elección de un nuevo líder carismático como presidente de la “aldea global” de la que ya todos formamos parte. Venga de Dios, del capital o de un “ángel salvador” la creencia de que otro mundo es posible es una realidad guiada por la presencia formal de un nosotros que no entiende de fronteras ni visados. He aquí, el nacimiento del cosmopolitismo como alternativa.

Una política eficiente para suavizar los efectos del cambio climático, un plan de restructuración económica para hacer frente a la crisis o una respuesta contundente contra el terrorismo son algunas de las metas que ya pueden ser articuladas, por desgracia o por fortuna, con la gramática común de la lengua de las lágrimas. Las cicatrices que las grandes catástrofes han dejado en el pasado han creado un sentimiento colectivo inédito que adolece de los mismos males y que se esfuerza en las mismas prevenciones. En aprender a pensar en colectivo está la esperanza del mundo de que sus próximos llantos no sean de pena sino de progreso.
 

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