11 noviembre 2007

De Madrid al cielo

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Desde hace ya más de tres años Madrid ha pasado a formar parte inexorable de mi existencia. Será ya, para los restos, una ciudad que se ha llevado un trozo importante de mi vida. Por eso, en agradecimiento a su hospitalidad, esta mañana de domingo, mañana de sosiego en el alborato habitual de la ciudad, mañana de compras compulsivas en el rastro, mañana de lectura reposada del periódico y mañana de sorbos de café (no muy cargado) y sin prisas... Esta mañana, decía, ...esta mañana y el mañana, al menos de momento, es para Madrid.


En el cruce de todos los caminos, a medio viaje entre el cielo y el infierno. Un lugar en el que los sueños se hacen realidad y ser feliz no cuesta tanto dinero.

Cada centímetro encierra en su interior siglos de historia que continúa creciendo cada día, acortando aún más si cabe la distancia que la separa del cielo. Millones de personas han recorrido sus calles, llorado en sus portales, reído en sus rincones en definitiva soñado con ella hasta conseguir por una vez que los sueños nos solamente sueños sean.
Su incomparable mezcla de modernidad y tradición hacen de la capital un destino obligado para muchos viajeros que encuentran en ella un lugar insustituible.
Por un lado sus enormes edificios se levantaran ante nosotros en cada esquina mostrándonos el futuro reflejado en las ventanas de las oficinas de la Castellana, sus anchas avenidas nos acercaran al horizonte en cada paso de cebra y centenares de luces nos dibujaran en la Gran Vía la realidad con los colores de la incertidumbre. Por el otro, trozos de historia nos recordaran el pasado en cada una de las esquinas de la Plaza Mayor, los comercios de toda la vida nos enseñaran las buenas costumbres de antaño y el calido abrazo de sus gentes nos recibirá con hospitalidad.
No importa de donde vengamos, o a donde vayamos por que siempre habrá un tren que nos deje en Atocha, siempre habrá un paseo que dar en el Retiro, siempre habrá una historia que contar en Madrid.
Dicen que es una ciudad donde todo el mundo esta de paso, pero en realidad lo único que pasa son nuestras vidas en el continúo y frenético bullicio de sus calles y avenidas, de sus puertas y paseos, de sus esquinas y rincones. La puerta de Alcalá está siempre abierta para todo aquel que quiera pasar y hacer de esta ciudad de paso, el final de su camino, donde poder dejar el equipaje repleto de sueños y recuerdos de lo que ya forma parte del pasado.
Es sin duda una urbe sin comparación, donde todo el mundo tiene un pedacito de su hogar y donde uno puede sentirse madrileño a pesar de que su origen se remonte a miles de kilómetros. Es por eso que el kilómetro 0, deja de ser solo una medida para ser todo un lugar de encuentro donde la igualdad no entiende de peajes y donde ser diferente lejos de ser un pero es tan solo una cualidad. Madrid es la suma de todos. Y será cierto porque al menos un cachito de nuestras vidas ya le pertenece y a la vez una parte de ella se quedará en el corazón de cada visitante. En el corazón de cada madrileño.
No se podría tratar de una ciudad cualquiera un lugar en donde no todo es lo que parece y el mundo gira cada vez más y más deprisa. Un lugar donde un metro mide más de 100 cm. y el sol en vez de salir por el horizonte lo hace por una puerta. Una ciudad extraordinaria, en el que el tiempo ya nos se rige por las manijas del reloj sino que se detiene y se precipita según el humor de los semáforos. Altivos dioses dirigen el tráfico cambiando su olimpo por cruces y rotondas y músicos, mimos y malabaristas se colocan a cada costado arrancando las sonrisas de los transeúntes y añadiendo esa pizca de sal, la alegría, siempre necesaria en la rutina diaria.
Y aunque en ocasiones el delirante transcurrir del mundo y el desconcierto de su descomunal tamaño, en este punto estratégico, sea una autentica locura, no podemos dejar de creer que desde Madrid no puede quedar mucho para alcanzar el cielo.
Allá donde la diversidad es la única cultura. Donde el forastero encuentra siempre su refugio. Donde la libertad ha dejado de ser ya una utopía. Pongamos que hablo de Madrid.


Artículo publicado en el periódico universitario El Relevo de la Facultad de Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid).

Abril del 2006

2 comentarios:

Pranna dijo...

Recuerdo de pequeña cerrar los ojos y trasladarme a la casita que tiene mi tia en madrid, era capaz de apreciar el olor de las habitaciones, sentir la calides de cada centrimetro de la casa....

Siempre que puedo me escapo alli porque yo tambien me siento madrileña. Dejé gran parte de mi infancia y mi adolescencia y espero dejar gran parte de mi vida.

Gracias por este articulo, gracias por hacerme recordar, porque en ocasiones hace falta que alguien te haga parar y ver lo bonita que es la vida

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Anónimo dijo...

Tachando los días en el almanaque para ser un extranjero más en tu ciudad del sol.
Malena

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