21 diciembre 2007

El tiempo, dichoso elemento el tiempo

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El sonido de las teclas que me acompaña mientras escribo estas letras se confunde con el irremediable tic-tac de los segundos que pasan silenciosos, sin avisar. El tiempo que empleo en dar sentido a este párrafo jamás lo recuperaré. Se confundirá para siempre en la enternidad de los hechos pasados. Y sin embargo, sigo escribiendo.

Es asombroso lo rápido que pasan las horas sin que seamos realmente conscientes de ello. Cuanta verdad había en las palabras de aquel sabio que una vez dijo que la vida es aquello que pasa mientras nos empeñamos en hacer otras cosas. Dichoso elemento el tiempo.

Ayer no tuve un instante tranquilo para atarme los cordones de los zapatos y hoy me sobran minutos y horas para caminar descalzo y sin prisa. Por muchos relojes y calendarios que utilizemos para contar y medir nunca alcanzaremos a dirigir las manijas que ordenan y disponen la existencia de cada persona. Y después de todo, hablamos del tiempo como una propiedad que se puede tener o no tener, que se puede ganar pero que también se puede perder. Cuando en realidad nosotros somos los poseídos obligados por los siglos de los siglos a seguir mirando el reloj y a guiarnos por sus indicaciones o dicho de otra manera, por sus imposiciones.

El tiempo nos hace frágiles y tristemente insignificantes pero a la vez nos da la oportunidad de vivir y de sentir. Tener tiempo, si es que es posible poseer algo que no existe, es la mayor riqueza que el hombre puede encontrar. Tanto es así, que regalar un poco de nuestro tiempo a quién lo necesite es el mejor detalle que se puede recibir en un mundo acostumbrado a no tener cobertura. Aún así el tiempo no existe, sólo existes tu. Dichoso elemento el tiempo.

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