10 diciembre 2007

Calles encendidas que apagan el planeta

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Las luces de Navidad que adornan las calles españolas consumen lo mismo que un barrio de 50.000 personas en un mes. Este año los ayuntamientos gastarán en alumbrado navideño 30 millones de Kwh lo que provocará, según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDEA), la emisión de más de diez millones de kg de CO2 a la atmósfera. El debate abierto entre empresarios y consumidores por un lado y defensores del medio ambiente por otro está servido.

La mayoría de las principales ciudades en España exhiben luces navideñas en sus calles y avenidas más transitadas desde finales de noviembre. La tendencia indica que cada vez los alumbrados se encienden antes, son más caros e implican diseños más rebuscados. Este colorido festival de bombillas forma, desde hace unos años, parte del espectáculo consumista de las grandes capitales del mundo occidental.

Madrid invierte cerca de cuatro millones de euros, pagados íntegramente de las arcas municipales, para sufragar el coste de la colocación en sus rincones más representativos de nueve millones de lámparas. Será la ciudad española que más brille en estas fechas pero también la menos sostenible. La capital consumirá en luz navideña 2,1 millones de kilowatios hora (Kwh), el equivalente a la electricidad que consumen cerca de 6.700 familias en un mes. Barcelona estará más acorde con el medio ambiente. Consumirá 280.000 Kwh para iluminar su callejero durante los 42 días que dura la campaña de Navidad.

Además del derroche energético, el excesivo consumo de luz provoca otras desventajas que presentan consecuencias perjudiciales para la biodiversidad. La contaminación lumínica es una de las causas que hacen que cada vez se vean menos cielos estrellados en las ciudades. “Se distinguen entre 5 y 100 cuerpos celestes menos que hace dos décadas”, precisa Cipriano Marín, coordinador de Starlight, una iniciativa que tiene como objetivo la defensa del cielo nocturno.

Según datos de Adena, el consumo eléctrico crece cada año en España más de un 4% lo que deriva un aumento del 11% en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) respecto al año pasado. La concienciación de los españoles frente al avance del cambio climático es una realidad pero los remedios empleados para frenar las consecuencias de un futurible desastre ecológico todavía no son efectivos ni numerosos.

Ante este despilfarro eléctrico ya se han comenzado a tomar las primeras medidas. En algunos ayuntamientos menores se ha retrasado el periodo de encendido de las luces de Navidad hasta una semana antes del día 25. En la provincia de Barcelona se ha limitado el tiempo de funcionamiento del alumbrado navideño a 168 horas. En Sevilla, San Sebastián o Madrid se han sustituido las tradicionales bombillas de hilo luminoso de azufre por lamparillas ecológicas (LED) que reducen en 50 vatios su consumo en relación con las anteriores, aunque al parecer no son tan eficientes. Se ha descubierto que una exposición prolongada de los niños ante este tipo de bombillas puede producir alteraciones en el sueño.

Pero las luces no sólo son contraproducentes por su emisión lumínica. En palabras de algunas asociaciones de comerciantes “el ambiente navideño y las calles adornadas con destellos llamativos agradan a los ciudadanos e incentivan sus compras”. El consumismo desaforado se manifiesta como nunca durante estos días en las principales áreas comerciales a la vez que favorece el uso del transporte privado, el causante de más de la mitad de las emisiones de gases nocivos. El resto están generadas por la industria.

A pesar de que la factura del alumbrado navideño no supone una gran suma en el gasto anual de electricidad en los ayuntamientos, estos números sirven para reflejar la grave situación en que las metrópolis más importantes del mundo incurren una y otra vez: el derroche energético.

El fomento de la utilización de energías renovables, un uso más acusado del transporte público y la concienciación de la sociedad en que el cambio climático es un problema de todos son los pilares sobre los que tendría que sustentarse la concepción de un mundo más sostenible. De no ser así, puede que este año los Reyes Magos no lleguen a tiempo al no divisar la estrella fugaz que los tenía que guiar desde Oriente. Después de todo, tampoco hemos sido buenos con el medio ambiente para merecer regalos.


Centro de Colaboraciones Solidarias. Universidad Complutense de Madrid.

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