18 enero 2008

Cien años de soledad: La increible historia de Macondo

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Cuatrocientas setenta y una hojas y miles de ensoñaciones fijadas en la retina después, hoy, tras un mes apegado a su manoseada encuadernación de bolsillo, he terminado de subrayar con la mirada la última página de uno de los libros mas apasionantes que he leído en mi corta vida como lector empedernido. Será, para siempre, una de las obras más sobresalientes de la intachable pluma de uno de los grandes escritores de las letras hispanas.
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De vuelta de mi viaje al irrepetible y fantástico universo perdido de Macondo, tengo la ilusión y la intención de volver a embarcarme pronto, muy pronto, en mas de mil aventuras de papel que me permitan transportarme a lugares impensables pero tan ciertos como la vida misma y sumergirme así en el fascinante mundo de idas y venidas de Gabriel García Márquez. El genio por antonomasia del llamado "realismo mágico" y porque no también, en la parte que le corresponde, de la literatura en español.

"Cien años de Soledad" no solo es la cruda historia de una familia destinada a repetir, generación tras generación, las mismas equivocaciones y los mismos desvaríos a lo largo de cien años de amarguras y desventuras, sino que es la historia latente de latinoamérica, con sus guerras, con sus conquistas y con sus guiños identitarios a la cultura de un pueblo habituado a esperar por un porvenir mas ventajoso que su anquilosado y maniatado pasado.

La familia Buendía-Igaurán es el espejo en que se puede ver el reflejo de las dichas y desdichas de una humanidad aletargada por el paso de los años con la única compañía de la soledad. Una soledad interior que nos devuelve al microcosmos íntimo de cada uno y nos hace reflexionar sobre el amor, la libertad o los proyectos fallidos de la abstinencia.
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Una soledad que nos consume sin remedio pero que nos fortalece, también, y que García Márquez traduce, de manera excepcional, en palabras y evocaciones de un paraíso remoto. Un jardín de las delicias construido a orillas de un río, rodeado de piedras grandes y pulidas; y escondido detrás de una sierra impenetrable en algún lugar al oeste de Riohacha que será hasta las postrimerías de la eternidad recordado con el imborrable nombre de Macondo (orginario de la lengua bantú). El lugar que "Gabo" escogió para destapar el tarro de las esencias de su universo extraordinario.

Macondo es, más que un lugar ficticio, "un estado de ánimo".
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2 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Con una descripción así y un nombre tan potente como es el de Gabriel García Marquz, ¿Quién puede no sentir ganas de leerlo?
Una descripción genial, sigue trabajando tu estilo así!

Unknown dijo...

¿Sabías que hace 2 años intentaron cambiar el nombre del pueblo natal de García Márquez, Aracataca, por el de Macondo?
Querían reactivar la economía del pueblo mediante el turismo, pero en el referendum que hicieron la gente pasó de ir a votar y al final la propuesta no prosperó.

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