02 marzo 2008

Viaje al interior de uno mismo

-
-
Si un deseo me fuese concedido, hoy, quisiera volar muy muy alto y escapar, planeando entre corrientes de viento racheado, del ruidoso bullicio del Madrid de los taxis ocupados y de las sonrisas apagadas. Y si, desaparecer por un tiempo. Un tiempo que utilizaría para subir al desvan de mis sentimientos y recuerdos para poner orden y tranquilidad en el caos más absoluto de mi memoria.

Pero este mundo gira cada vez más y más deprisa y el tiempo sigue pasando y por mucha terquedad o defensa que uno ponga, eso, desgraciadamente seguirá siendo igual. Como dicen algunos "no se pueden poner diques al mar". Harto de combatir, hoy me iría, sin dudarlo, con la primera locura que se me ocurriese hasta el fin del mundo si hace falta. Lástima, que las ideas suicidas y los acompañantes para viajes imposibles se quedaron, quien sabe si para siempre, en un cajón olvidado y lleno de reproches de ese desvan en el que hoy, más que nunca quisiera estar. Pero hoy no estoy ni para mi mismo.

Quizás, si pronto lo visito, me encuentre rodeado de estanterías llenas de polvo y cajas precintadas repletas de viejas ideas inconclusas, de prioridades descartadas o de recuerdos borrosos de un pasado que muchos días hecho de menos. No lo sé. Pero creo que de momento será un apunte importante de mi agenda de tareas pendientes que espero cumplir lo antes posible. Allí, en una página llena de tachaduras y subrrayados, entre obligaciones y quehaceres diarios, aparecerá en letras torcidas y diminutas una frase que me recordará que tengo un viaje pendiente, un viaje al interior de mi mismo.

Sería fantástico que el mundo se detuviese por un instante y que todo permaneciese congelado, al menos durante unos segundos, para poder llenar los pulmones de aire renovado y pensar que todo tiene realmente sentido. Pensar que todo va bien y que nadie va a hacerme daño. Que no pasa nada si me equivoco. Que no hay preocupaciones infinitas porque siempre habrá unos brazos tendidos que me darán calor cuando tenga frío y que me arroparan cuando tenga miedo.

Pero la vida se hace cuesta arriba, cuando ya no quedan abrazos para ti y nadie te espera en ningún lugar. A veces nada tiene sentido y sin embargo el detalle más insignificante puede hacer que la vida vuelva a ser maravillosa.

Hoy quise volar al interior de mi mismo, pero cuando llamé a la puerta ya no quedaba nadie dentro para abrazarme. Quizás la próxima vez que haga un viaje tan largo, haya alguien esperando con una caricia y una taza de aire fresco para regalarme.
-
- Mientras tanto el mundo no ha parado de girar -
-.

2 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Es increíble Gallego como sonsigues transmitir optimismo aun cuando no te lo plantéas. Quizás dentro de ti mismo no encuentres a la persona que te gustaría para recibirte, pero mira bien, seguro que hay alguien dispuesto a hacerlo de todo corazón.

Anónimo dijo...

Gallego:
La mejor forma de averiguar que estás rodeado de gente es encontrarte solo. La soledad se combate con compañía, aunque no con cualquiera. Cuando te encuentras solo tendemos a pensar con quién querríamos estar, y esa pregunta encierra grandes respuestas.
Viajar hacia ti mismo es una apuesta arriesgada y peligrosa. Te recomiendo que llegues a ti a través de los demás; a través de aquéllos que sepan orientarte en el camino porque, no lo olvides nunca Gallego, somos únicamente lo que significamos para los demás. Ellos tienen las respuestas y tú las preguntas. ¿Por qué no econtraros?

Publicar un comentario

 

© 2009DE VIAJE POR LOS UNIVERSOS PERDIDOS DE ITACA | diseño Miriam Rodríguez Seoane