12 marzo 2008

De Madrid a Marrakech: la vuelta al mundo en siete días

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Hace algunos días se cumplía un año de un viaje a un mundo tan distante como cercano. La tierra ya ha tenido tiempo suficiente para dar una vuelta alrededor del sol y 365 veces sobre si misma desde que un grupo de 15 estudiantes intrépidos visitó allá por el mes de febrero de 2007 un país fascinante: Marruecos, el país de las 1001 noches.

Marruecos es un país tan diferente al mundo Occidental que parece mentira que sólo lo separe de España un pequeño estrecho que no cuenta con más de 15 kilómetros. Suficientes, las más de las veces, y en el camino inverso para servir de frontera insalvable entre la miseria y la tierra prometida. Nosotros, en este caso, viajábamos a sabiendas al mundo del que miles de personas sueñan con abandonar algún día. Paradojas de un mundo mal repartido.
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En cuestión de minutos atrás quedaba la vieja Europa y ante nuestros ojos expectantes se abalanzaba la naturaleza indómita del Magreb norte-africano. Tierra de polos encontrados. Las cordilleras del Rif y el Átlas se contraponen con la inmensa llanura desértica que anticipa en su zona más occidental el gran desierto del Sahara. La prisa consumista de Occidente se abre paso en el estilo de vida pausado y anclado en otro tiempo del mundo Oriental. Bajo las coloridas y rasgadas chilabas se esconden pantalones de marca y relojes de oro. Y en los caminos los camellos echan carreras con motocicletas con más de dos ocupantes.

Las viejas medinas encierran en su interior los secretos más íntimos de la cultura islámica entre miles de callejuelas entrecruzadas en forma de laberinto. Rabat, la capital, supone el lazo de unión con la modernidad y con el capitalismo de los países del primer mundo. Mientras, en el tercer mundo, cada frase en árabe, frances o español termina con un dubitativo "Imshala" (si Dios quiere).
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Encantadores de serpientes, platos cocinados con sabrosas especias, tatuajes de gena poco duraderos, refrescos de cola con su leyenda en letras ilegibles, tés de menta en vasos de cristal, hondas caladas de shishas humeantes y regateos de comercio en cada esquina son recuerdos imborrables de un mundo lejano a menos de una hora de viaje.

En la maleta unas descoloridas babuchas de piel de la ciudad de Fez, una postal de las playas de Casablanca y la sensación de haber estado en otra época y en un universo desconocido son testigos impagables que confirman la existencia, hace 366 vueltas, de un viaje de ida al corazón de África: la verdadera tierra prometida.
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4 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Y yo sin salir de España...
El día que le coja el gusto y empiece a viajar....

Unknown dijo...

Sí señor Gallego, que gran post.
Parece mentira lo rápido que va el mundo y nosotros con él. A veces no nos damos cuenta de la velocidad que llevamos y dejamos pasar de largo un montón de cosas que, por la velocidad del viaje, quedan difuminadas y borrosas a nuestro alrededor. Así de rápido se pasó aquella semanita en Marruecos en la que disfrutamos tanto aquel otro mundo que nos hubiera gustado quedarnos allí tomando sishas y tés de menta.
Parece mentira lo cerca que tenemos grandes maravillas de nuestro planeta y lo lejos que nos parecen estar solo por el hecho de llamarse Marruecos y de ser una cultura totalmente distinta.
Yo personalmente no me arrepiento para nada de haber hecho aquel viaje, es más, cada día estoy más orgulloso de haberlo podido realizar y haber podido conocer a una gente tan de puta madre, que, al igual que las maravillas planetarias de las que hablaba antes, están ahí,cerca, pero no las conoces.
Un abrazo Gallego

Anónimo dijo...

CACIQUECOLA:
Ola cousiña :) Creo que voy a acabar diciendo en serio lo de que estamos conectados en cierta medida :), te lo voy a explicar: El find. me escapé a Lugo a ver a Mari y a su hijo aunque al niño no lo pude ver hasta el domingo y por una serie de circunstancias sorpresivas e inesperadas(que ya te contaré) acabé saliendo de fiesta con Abdul que es un marroquí de 26 años q lleva unos añitos en España(sin papeles)jeje.
El caso es que un chico Marroquí me enseñó Lugo, un poco de árabe...puedo decirte "javivi" , consiguió que no pudiera parar de reir en toda la noche , me contó cosas sobre su familia (tremendamente multitudinaria),me enseñó a bailar como las chicas árabes,no me dejó abrir una sola puerta ni que pasara detrás de él ,cocinó para mi, fregó los platos y limpió el suelo de la cocina y después de conocerle me sentí muy muy ridícula por simplemente ver quizás demasiado cine malo:) Es una cultura muy diferente pero cuando alguien que vivió allí toda su vida te habla de aquello te da la sensación de que en el fondo somos mucho más parecidos de lo que creíamos, creen en Alá pero no todos desean morir o matar por él. Así que yo no se como es Marruecos, ni a que huele el mercado , ni como son las casas, ni como sabe esa comida con especias pero me he quedado bastante impresionada al conocer a uno de sus ex-habitantes por su forma de pensar y hablar de su país.


BESITOS
no estes triste que ya no falta nada para que estes aquí otra vez

Unknown dijo...

hacia mucho que no me metia en tu cuaderno de bitacora...y debo decirte que me gustaba mas cuando eras mas optimista!!!

hay q estar contento ee david! así: :) vale??

un besito y nos vemos pronto

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