01 agosto 2009

CORAZONES DE HOJALATA

Máquinas expendedores de tabaco, surtidores de combustible, contestadores automáticos, operadores de telefonía, sintetizadores de voz, asistentes virtuales, cajeros parlantes y un largo etcétera de engranajes y tuercas ocupan ahora el lugar que no hace tanto sólo podía ser ocupado por seres humanos. El encomiable avance de la tecnología re-edita, una vez más, el viejo enfrentamiento del hombre contra la máquina. El Doctor Frankenstein frente a su creación. La tentadora posibilidad de insuflar la chispa de la “vida” en la materia muerta.

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Quizás, estemos, sin saberlo, en la antesala de la tercera Revolución Industrial. Una sedición, sin precedentes, basada en las premoniciones de las novelas y el cine de ciencia-ficción que auguraban un futuro en el que las máquinas tomarían el poder para someter a los hombres. O quizás no. Es probable que no sea para tanto. Pero, la presencia, cada vez más acusada, de “voces metálicas” en la vida cotidiana es innegable. El mundo es ya una nueva versión de sí mismo.
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El ejemplo más palpable está en los asistentes virtuales con los que quién más y quién menos ha tenido que lidiar alguna vez para llevar a cabo diversas diligencias. Una herramienta de atención al cliente que para el usuario medio genera antipatía pero que para muchas empresas es la rúbrica que representa la promesa firme de un incremento en las ventas y la reducción de costes. Pese a todo, a casi nadie le gusta hablar con máquinas. Y precisamente, esa capacidad, la de hablar, es la que ha dejado de ser una propiedad exclusiva y distintiva de las personas para convertirse en un bien compartido con robots humanoides construidos a nuestra “imagen y semejanza” pero diseñados para superarnos en nuestras habilidades y destrezas.

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Sus voces no sufrirán de afonía ni se entrecortaran jamás. Tampoco se deformaran con tartamudeos nerviosos o salidas de tono en momentos de apuro. Sólo reproducirán de manera mecánica las frases pertinentes, ni una más ni una menos. No habrá ningún tipo de modulación ni expresión. Sólo opciones descritas en orden alfabético para terminar con un raquítico “pulse uno cuando escuche la opción deseada”.

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El ser humano es extraordinario, no cabe la menor duda. Aunque el “milagro de la palabra” le haya sido arrebatado como bandera de su originalidad, todavía se mantiene intacto el argumento de los sentimientos como aquello que nos diferencia y que nos hace únicos. La capacidad de experimentar la nostalgia por un pasado mejor, de sentir tristeza o dolor por las miserias de la existencia, alegría en los instantes felices o amor por quién es capaz de llenar el vacío siguen siendo códigos indescifrables para cualquier programa informático.

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El siglo XXI, ha propiciado que la humanidad deba entenderse con las máquinas para continuar viaje en los vagones del tren del progreso. Guste o no, están ahí y forman parte de la cotidianidad de millones de personas. Facilitan innumerables tareas pero con su frialdad fallan a la hora de transmitir aquello de lo que carecen: humanidad. Al fin y al cabo nadie es perfecto, ni tampoco ellas puesto que por mucha eficacia que demuestren sus corazones seguirán siendo de hojalata.

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Si en el futuro la realidad alcanza a la ciencia ficción y las máquinas aprenden a sentir, entonces sí será un buen momento para preguntarle al hombre si el camino escogido para su evolución ha sido el correcto o ha naufragado al elegir un rumbo erróneo. Entonces, ya no habrá nada que nos distinga y se hará patente el dialogo que el escritor ruso Isaac Asimov describió en sus relatos y que el director Alex Proyas llevaría al cine en Yo, Robot:

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“¡Tú no eres más que una vulgar imitación!”, le dice a una máquina con supuestos sentimientos el detective Spooner. El policía, ante la posibilidad de que el descendiente más evolucionado de la revolución industrial pueda poseer emociones, lo pone a prueba: “¿Puede un robot escribir una sinfonía? ¿Puede convertir un lienzo en blanco en una obra maestra?”. Al robot le viene a la ¿mente? la más tajante de las respuestas: “¿Puedes tú?”.

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A partir de ahora, si la clasificación de Aristóteles sobre las herramientas con las que se levantaba la magnánima Grecia de su época siguiese vigente hoy en día, ésta debería incluir, además de parlantes (esclavos), semi-parlantes (animales domésticos) y mudas (instrumentos de labranza), un nuevo apartado: robot parlantes.

15 julio 2009

DEMONIOS DE UN PARAISO FRAUDULENTO

Cerca de la cuarta parte de la riqueza privada global se oculta en los 72 paraísos fiscales que las teorías del Laissez faire (dejar hacer) han ido creando en diferentes puntos estratégicos de los cinco continentes. El pensamiento neoliberal ha permitido, entre otras cosas, la triste paradoja de que el hambre pueda ser erradicada en el mundo con 40.000 millones de euros durante cinco años, según las estimaciones de la ONU, lo que a penas supone el 0,5 % de los depósitos privados que evaden impuestos en la sombra de la fiscalidad.
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Se calcula que más de ocho billones de euros se guardan en lugares de sobra conocidos como Suiza, Luxemburgo, Mónaco, Hong Kong, Kuwait, Uruguay o Puerto Rico sin que sus propietarios paguen ni un céntimo al erario público. Ha tenido que producirse un colapso financiero de dimensiones incalculables para que las grandes potencias empiecen a pensar, después más de siete décadas de pasividad absoluta, en la “incomodidad” de estos auténticos emporios de la corrupción.
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Tras la reunión del G 20, celebrada en el pasado abril en Londres, se puso encima de la mesa la intención clara de todos los países participantes de cooperar y de favorecer el intercambio de informaciones para terminar de una vez por todas con los centros offshore, así conocidos en inglés porque funcionan como cajas de caudales de divisas extranjeras. El primer ministro británico, Gordon Brown, se aventuró a decir que aquel era “el principio del fin de los paraísos fiscales” e, incluso, en el documento final extraído de la cumbre se recogió literalmente que “la era del secreto bancario había terminado”. Pero, ¿les interesa de verdad a las grandes potencias terminar con esta estafa multimillonaria en la que incurren algunas de las mayores fortunas del mundo? De ser así, ya habrían desaparecido hace mucho tiempo. Ahora, al menos, la intención existe. Actúen en consecuencia aunque ya sea demasiado tarde.
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La lista de “crímenes” en los que el concurso de los paraísos fiscales ha sido determinante es larga. De acuerdo con la visión de ATTAC, sin ellos los atentados del 11S no hubieran sido posibles como tampoco lo hubiera sido la nula tributación de las compañías multinacionales ni la crisis hipotecaria a partir de la que se precipitó la económica y financiera actual. Y así, se podrían enumerar muchos más ejemplos de las actividades delictivas que se cometen bajo su resguardo y que hacen baldíos los esfuerzos de Naciones Unidas, de los organismos e instituciones de la sociedad civil y también de algunos gobiernos por la democratización de la economía, el desarrollo sostenible y el despliegue efectivo de los derechos humanos fundamentales.
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Los paraísos fiscales son un arma política creada e instrumentalizada por el poder del dinero y el principal soporte del neoliberalismo exacerbado. Un poder que se reproduce a sí mismo a partir de la hipocresía en la que han caído la mayor parte de los gobiernos occidentales, al amparar a muchos de los países en los que se comete fraude tributario mientras los niegan y demonizan ante la opinión pública. La mayor parte del Caribe son colonias de ultramar de la Commonwealth británica y otros países como Panamá o Singapur, aunque sean independientes, mantienen fuertes lazos con la historia de colosos como Estados Unidos o China.
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Basta ya de falsos brindis al sol, de lavados de imagen delante de las cámaras y de acuerdos firmados sobre papel mojado. Los ciudadanos, que pagan con honestidad sus impuestos, merecen un sistema fiscal transparente e igualitario en el que las normas rijan del mismo modo para todos y no en función del color del cuello de sus camisas y del grosor de su cuenta bancaria.
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Cierto es que, a pesar de todo, nunca dejaran de existir lugares en los que algunas prohibiciones fiscales y bancarias no sean operativas. Pero, aún así, es importante que la voluntad de la comunidad internacional radique, a partir de ahora, en acabar con la “normalidad” con la que se opera en los paraísos fiscales. Ésta es una de las grandes oportunidades que la crisis, en cuyo origen resultó fundamental la existencia de estos fraudulentos enclaves, le ofrece al mundo para cambiar su rumbo. La posibilidad inmejorable de cerrar el desagüe por el que se derrama la confianza que hay depositada en el modelo de Estado de Derecho por millones de personas.

27 junio 2009

AUTOMATAS DE LA CULTURA DEL MIEDO

¿Es realmente tan peligrosa esta gripe? ¿A quién beneficia el brote de un virus de estas características? ¿Qué intereses se ocultan detrás de este velo de incertidumbre? Quizás todas estas cuestiones empiecen a esclarecerse si tenemos en cuenta que desde hace más de dos años la industria farmacéutica tiene graves problemas financieros por causa de un notable descenso en la venta de medicamentos.
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Se hizo necesario recurrir a la llamada “doctrina del shock”, que plantea Naomi Klein en su último libro, para que el “capitalismo del desastre” siguiese su curso. La insistencia narcótica de los medios adocenó a millones de ciudadanos temerosos de un posible contagio y en algunos casos incluso los convenció de no volver a comer cerdo. El reclamo para un consumo masivo de antivirales estaba servido. Fue a partir de entonces cuando el gigante suizo Roche y GlaxoSmithKline, dos de las grandes multinacionales del sector, vieron la oportunidad, como únicos proveedores, de servir medicamentos bajo marcas como Tamiflu o Relenza, capaces de combatir o prevenir la infección. En el capitalismo exacerbado que gobierna el mundo también de la desgracia se obtiene rentabilidad. Ambas compañías han visto en los últimos días como se revalorizaban sus acciones en bolsa.
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A través de la creación de necesidades ficticias en los consumidores muchas empresas aseguran la salida de sus productos. En la historia algunas guerras se libraron en favor de la industria armamentística, porque ahora una enfermedad no puede ser utilizada para auspiciar la economía mundial en un sistema que se retroalimenta a base de mentiras.
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Los medios de comunicación funcionan como auténticos gurús de la cultura del miedo. La pandemia de gripe porcina que se originó hace unas semanas en México es una muestra más de cómo el miedo y la ansiedad se propagan más rápido que la propia enfermedad viral. Mientras la sociedad se contagia de hipocondría, el mal de muchos se ha convertido en un negocio capaz de reportar pingües beneficios para algunas farmacéuticas.
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El impacto social de la gripe A (H1N1) ha encendido la alarma en todo el mundo y ha desatado una “psicosis colectiva” que los grandes medios han avivado desde que se conocieron los primeros casos. Las crónicas apocalípticas que relataban la amenaza y las evoluciones de la enfermedad, contra la que no existía remedio conocido, se reprodujeron una y otra vez para recomendar el uso de mascarillas en las zonas públicas y prudencia para evitar males mayores.
Según el último informe de la OMS, hay más de 5.000 afectados en 33 países diferentes, y ya se contabiliza la muerte de 61 personas, de las cuales 56 tenían nacionalidad mexicana. Las consecuencias son reales, no cabe la menor duda.
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Mientras tanto, lejos de los focos y de la mirada de la comunidad internacional se extiende una epidemia mucho más grave que se ha cobrado 1.900 vidas y en la que ya han sido declarados 56.000 casos. África Occidental sufre, desde hace unos meses, uno de los peores brotes de meningitis de su historia y, como de costumbre, la repercusión mediática que ha promovido ha sido muy reducida e incluso inexistente en algunos países. La vieja e inapropiada distinción entre mundos de primera y de tercera sigue siendo extrapolable a las víctimas. Después de más de 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos la vida de una persona, en función de su pasaporte, tiene un valor de cambio distinto en el mercado libre de la información.
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Construida con una intencionalidad premeditada o no, la cultura del miedo forma parte, a todas luces, de las nuevas tendencias sociales del siglo XXI. La sociedad de este siglo está tan atemorizada que permanece adormecida, sin actitud crítica y conmocionada por la desconfianza en casi todo. Los individuos, por su parte, obedientes y esclavizados por los mandatos del poder establecido sólo encuentran alivio en un consumismo compulsivo que les permita comprar la seguridad que las instituciones y las informaciones de los noticieros ponen en duda.
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La deshumanización del mundo ha hecho que las personas sean sustituidas por autómatas y que el miedo se haya convertido en el verdadero opio del pueblo.

19 junio 2009

EN EL BLANCO DE TODAS LAS MIRADAS

Cuando la realidad no invita al optimismo siempre se lleva a cabo el sacrificio de algún chivo expiatorio que pueda encajar la culpa, sin rechistar, para eximir así a los verdaderos culpables. En una recesión profunda y simultánea en economías avanzadas y emergentes como la actual, el inmigrante se ha convertido, en muchos países, en el principal señalado para explicar los avatares de la crisis. Quienes más sufren son también quienes más alto coste tienen que pagar por la avaricia y la sordidez de los que han puesto al mundo del revés.
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En cualquier debate sobre inmigración, el miedo siempre es más atractivo que la esperanza. Por ello, a medida que los efectos de la recesión económica se han ido haciendo más visibles, se han desarrollado también ciertos malestares entre grupos de trabajadores nacionales que, en algunos casos, han llegado a traducirse en repercusiones políticas de gran magnitud en países como Suiza, Holanda o Dinamarca. Un claro ejemplo de ello es la posibilidad de que en las próximas elecciones europeas, el Partido Nacional Británico, con una ideología antiinmigración muy marcada, pueda conseguir su primer escaño en Estrasburgo.
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Entre los orígenes de este recelo generalizado están las dificultades de integración que tienen los inmigrantes en sus comunidades de acogida. En muchos casos, los extranjeros, que por lo general llegan con pocos recursos económicos y sociales, se asientan en las mismas barriadas que con anterioridad habían sido ocupadas por sus compatriotas o por personas de su mismo credo. Algo habitual ya que es en el abrazo de sus “semejantes” en donde encuentran el impulso necesario para empezar a construir una nueva vida desde sus cimientos. Vidas que crecen y se articulan alrededor de núcleos cerrados que se vuelven impermeables a las costumbres, la idiosincrasia e incluso la lengua de su nuevo entorno.
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Ésta es la lucha del Consejo Transatlántico para las Migraciones en el que líderes políticos y expertos en la materia de Europa y América se esfuerzan en la búsqueda de estrategias de reforma de la emigración que permitan una mejor adaptación de los inmigrantes en sus puertos de llegada. Hace unas semanas, en su tercer encuentro anual, el Consejo ha abierto un debate que, por desgracia, no ha calado hondo en los ciudadanos de los países receptores que siguen viendo al inmigrante como una amenaza cuando la realidad demuestra que es esencial y absolutamente necesario para que las máquinas de producción occidentales continúen engrasadas.
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Aún así, en el mapa internacional entre tanto ceño fruncido también se encuentra alguna mirada hospitalaria con el que viene de fuera. Es el caso de Alemania, que ha pasado de contemplar a sus visitantes como extranjeros a verlos como parte integrante de su sociedad. “La participación de los inmigrantes, afianzar su sentido de pertenencia, que nos escuchen decir que les necesitamos y saber vivir en la diversidad”, son las líneas de actuación que Rita Süsmuth, ex presidenta del Bundestag entre 1988 y 1998, considera fundamentales para resolver las diferencias que existen en la sociedad.
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Lejos de las reticencias del viejo continente, de donde no hay que olvidar que partieron una gran parte de las migraciones modernas, existen otros modelos y una mayor confianza pública para asimilar la llegada de trabajadores extranjeros al mercado laboral, escenario en el que se producen los mayores conflictos, acentuados ahora más por los recortes salariales, los despidos y la escasez de oportunidades de trabajo que se derivan de la omnipresente crisis económica. Canadá ha marcado, en América, un camino empático y de cohesión social que podrían tomar muchos países europeos para desviarse, de una vez por todas, de la intransigencia y de la desconfianza que los atenazan.
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Muchas personas, de diversas nacionalidades, se mueven en el mundo por un sueño incontestable: la necesidad y el sentimiento intransferible de saberse vivos y dueños de su propio destino. ¿Hasta cuando vamos a seguir creyendo que el pasaporte es el documento en el que reside y se autoriza la libertad del hombre? “La libertad no existe”, dijo en una ocasión el escritor mexicano Carlos Fuentes. “Solo existe la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”.

04 junio 2009

ENTRE PANTALLAS Y BANALIDADES

La forma prevalece sobre el fondo. Ésta es la nueva consigna que rige la inteligencia creadora de las sociedades con- temporáneas. El gusto por lo estético y por la espectacu- laridad del envoltorio ha suplantado, en gran medida, los presupuestos racionales de uso y el significado último de las construcciones arquitectónicas, las novedades culinarias o las extravagantes tendencias de la moda. El siglo XXI se ha rebautizado como el siglo de las apariencias, en él que ya nada es lo que parece.

Lejos de las experiencias racionales y funcionales de años atrás que perseguían con insistencia la optimización de recursos y la eficacia llevada hasta el extremo, en los tiempos que corren la respuesta del cómo ha sustituido a las pre- guntas habituales del para qué o el por qué. Lo relevante ahora es la originalidad y el impacto visual de las creaciones para que puedan reclamar la atención del hombre de nuestros días, acostumbrado a casi todo y reacio a perder el tiempo en elucubraciones demasiado enrevesadas.

El tiempo se ha transformado en un bien escaso que el individuo no puede malgastar buscando en las profundidades del contenido por lo que el continente se convierte, con más frecuencia de los deseado, en el principal y a veces único referente de la realidad. En el afán por encontrar algo diferente se ha descuidado el fin que le otorga a las cosas su razón de ser y por la cual fueron creadas.

Edificaciones como el museo Guggenheim de Bilbao o la Ópera de Sidney, ambas con una belleza arquitectónica fuera de toda discusión, consiguen en muchas ocasiones distraer la atención del visitante de las obras de arte, teatrales u operísticas que se albergan en su interior. La presencia magnánima de su estructura traslada a un segundo plano su función práctica y a fin de cuentas su oferta más beneficiosa para la sociedad.

También en otros espacios de la creatividad como la gastronomía o la moda se observa, el eclipse del significado por el significante. La nouvelle cuisine francesa o la cocina molecular de Ferrán Adriá o Homaro Cantu entre otros premia la buena presentación y la sofisticación de un plato minúsculo muy sugerente para los cinco sentidos pero irrisorio para el estómago, incapaz de saciar el apetito con una ración de pollo a la naranja con virutas al aire de chocolate. A fin de cuentas, inconsistente.

En la moda ocurre algo similar. Los diseñadores presentan cada temporada colecciones imposibles que, se supone, marcarán las tendencias de la alta costura y los estilos que van a causar sensación pero que difícilmente tienen un reflejo sólido en los maniquíes de carne y hueso que desfilan por las calles. De nuevo los focos y la fastuosidad de las pasarelas de Milán o New York deslumbran el verdadero sentido de la ropa y lo llevan incluso a lo absurdo.

Como si del grabado de Goya se tratase, las reglas del consumismo han propiciado, a través del arrullo de la publicidad, que “el sueño de la razón produzca monstruos” (número 43 de la serie Los Caprichos, 1799). La satisfacción, abandonada de la razón, de las necesidades del hombre cumple con el goce estético, pero secundario, de una creación que debiera ocuparse primero de ser fiel a sí misma y servir para lo que fue concebida. Alimentos que no alimentan, vestimentas que no visten o centros culturales que no enriquecen son algunas de las paradojas con las que convivimos a diario y que hemos adornado con un culto excesivo a trivialidades y a las apariencias.

Llegados a este punto, conviene preguntarse por una de las cuestiones más manidas de la historia del pensamiento. Si aceptamos que los dos conceptos son importantes, entonces ¿Qué debe prevalecer la forma o el fondo? Es posible que no exista una única solución para esta disyuntiva filosófica y que cualquier respuesta se aventurase, en último término, incompleta. Quizás la virtud se encuentre, como en la mayoría de las cosas, en un punto intermedio, en ese gris equidistante que haga que lo bello sirva para algo y que no se conforme solo con ser una simple pantalla que engrandece un trasfondo vacío.

14 mayo 2009

ÁFRICA, EL GRAN LABORATORIO DEL MUNDO

El continente africano se ha convertido en un gi- gantesco laboratorio para la industria farma- céutica. Una realidad, casi siempre solapada, que en las últimas semanas ha vuelto a ocupar grandes titulares a raíz de las negociaciones que el Go- bierno de Nigeria mantiene con Pfizer para “saldar las viejas cuentas” de los ensayos clínicos, llevados a cabo por la multinacional en 1996, que ter- minaron con la vida de once niños nigerianos y provocaron en 181 graves efectos secundarios, incluidos daños cerebrales irreversibles.

Por aquel entonces, la mayor farmacéutica del mundo envió a un grupo de médicos a Kano, una ciudad al norte del país, para que testasen un nuevo antibiótico indicado para la meningitis y otras infecciones. Los expertos de la compañía suministraron un medicamento, llamado Trovan, a dos centenares de niños con la promesa de que conseguirían curarlos. Los resultados fueron es- tremecedores. El fracaso de la terapia experi- mental hizo que la empresa tuviese que desmantelar su dispositivo apenas dos semanas después de haber llegado a la zona sin ofrecer mayores explicaciones a las familias de los afectados.

Los facultativos de la empresa estadounidense ensayaron durante aquellos días con un tipo de antibiótico todavía en fase de estudio y sin haber superado los test previos. Nigeria, en medio de una epidemia de meningitis y cólera que se llevó la vida de más de 11.000 personas, sirvió de excusa para poner en práctica un experimento, alejado de toda ética, en el que se utilizaron auténticas cobayas humanas. La alerta sanitaria del momento traspapeló los hechos hasta que la conciencia de uno de aquellos investigadores, Juan Walterspiel, le obligó a denunciar lo ocurrido mediante una carta dirigida al máximo mandatario de la institución. Al día siguiente fue despedido, según versiones oficiales por motivos ajenos a su misiva.

Casi 13 años después de lo acontecido Pfizer sigue sin asumir sus responsabilidades e insiste en su inocencia. La batalla legal entre la multinacional y el Gobierno nigeriano se ha prolongado durante los últimos años sin que se sacasen demasiadas conclusiones en limpio. Es ahora cuando podría llegar un acuerdo definitivo entre ambas partes siempre y cuando el arreglo extrajudicial ofrecido por la compañía en concepto de indemnización sea suficiente para hacer callar la indignación de las víctimas. 55 millones de euros, como cifran algunas fuentes, podrían atenuar el dolor de muchas familias que se han visto conducidas a la mendicidad para poder costear el elevado precio de las medicinas que calman la aflicción de sus hijos en los que el Trovan sigue dejando secuelas.

La necesidad de Occidente de acelerar los plazos para obtener beneficios inmediatos, sin importar los medios que se empleen para su consecución, es la causante de muchas de las atrocidades que se cometen el continente olvidado. Allí acuden las grandes farmacéuticas en busca de impunidad para desarrollar con premura sus investigaciones de manera que puedan ser rentabilizadas lo antes posible en los países desarrollados. Las consecuencias derivadas que soporten los africanos poco importan dentro de la vorágine capitalista en la que no hay un segundo ni un céntimo que perder.

La mirada etnocentrista del hombre blanco sigue sin reconocer la existencia “del otro” en igualdad de condiciones. Mientras haya mundos de primera y de tercera, África continuará siendo el patio trasero de la humanidad y sus preguntas inquisitorias sobre su subdesarrollo volverán a ser silenciadas por sus opresores en medio del griterío y de los codazos de los grandes de intereses del Norte por llegar siempre los primeros. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de Nigeria “el laboratorio” de Pfizer se hubiese ubicado en cualquier país occidental? Seguramente estaríamos hablando de una respuesta de condena, sin precedentes, por parte de toda la comunidad internacional. Lástima que el Sur no tenga voz para interrogar y rechazar los abusos de quienes lo tiranizan.

El genial escritor y dramaturgo británico-irlandés, Oscar Wilde, dijo en una de sus frases más celebres, “Esto no es un ensayo general señores, es la vida”. El continente africano no es la chácena escondida entre bambalinas en donde se prepara la tramoya antes de salir a escena en el gran teatro del mundo. África y los africanos también son la vida.
de Madrid.

30 abril 2009

El FIN DEL SUEÑO AMERICANO


Las cosas han cambiado mucho. En 1908 el mundo se maravillaba ante el comienzo de un extraordinario periodo de desahogo económico. La producción en serie de los primeros automóviles ponía al alcance de los empelados de Henry Ford la posibilidad de ser los primeros consumidores de la sociedad de masas. El sueño americano se declaraba más real que nunca. Un siglo después y en plena crisis financiera, los trabajadores ya no tienen aquella seguridad que les permitía pensar a largo plazo y las cadenas de montaje han dejado de funcionar.

Los expertos se afanan por definir una realidad tan novedosa como desestructurada y por buscar explicaciones que logren convencer en medio del descanto generalizado. El fin de las utopías y de la renuncia a la idea de progreso, así es como se presenta a sí misma la nueva etapa posmodernista. Un momento histórico que comienza a partir de la caída del muro de Berlín y que se prolonga hasta la actualidad. Un ciclo en el que se produce un cambio en el orden económico capitalista con la aparición del consumismo como soporte principal del sistema y en el que se cristaliza un nuevo paradigma mundial: la globalización.

La sociedad fragmentada a la que, el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman añadió, con gran acierto, el adjetivo de líquida ya no dispone de continentes prefijados. Las estructuras institucionales a las que los trabajadores se adherían se han vuelto invisibles y resbaladizas. El individuo se encuentra constreñido ante la imposibilidad de hilvanar un relato coherente de su vida. El trabajo para toda la vida y la tranquilidad de saberse no solo remunerado en la justa medida sino también valorado por la labor y el esfuerzo diarios son circunstancias de un pasado que muchos siguen anhelando por el desconsuelo y la ausencia de expectativas que provoca la constante búsqueda de lo inmediato.

En un mundo sin soportes que se olvida de la historia y pone en duda el futuro se hace difícil hablar de contenidos vigentes. En los “tiempos postmodernos” lo único importante es vivir el momento y, eso sí, nunca dejar de consumir aunque no haya dinero para ello. Ese es el nuevo sueño americano, vivir una vida por encima de las verdaderas posibilidades. El consumo ha mediatizado la mayoría de las relaciones humanas. Baste con reflexionar en como la buena costumbre de regalar un presente se ha convertido en la manera más habitual de mostrar afecto hacia otra persona y en como siempre hay que contar con el impacto económico que presupone. Por algo será que la coincidencia etimológica nos lleva a pensar que el mejor presente no es otro que el propio presente.

Los mayores beneficios han sido siempre el principal objetivo de las compañías pero ahora, lejos de las actitudes paternalistas del fordismo, las políticas de reducción de costes se ceban especialmente con la mano de obra. Si alguien ya no resulta rentable se le sustituye sin más miramientos. Casos como el de Joan Ramón Vilamajó, un empleado barcelonés de 45 años, que fue despedido por la aseguradora Lico Operador de Banca-Seguros diez días después de que se le diagnosticase un cáncer de pulmón, son un ejemplo claro de la fragilidad y la inseguridad que tienen que afrontar día a día los trabajadores de la empresa del siglo XXI, en la que nada está garantizado.
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Como si fuese una reedición del largometraje Tiempos Modernos, en el que Charles Chaplin relataba las condiciones desesperadas de empleo que la clase obrera tenía que soportar durante la época de la gran depresión de 1929, los engranajes de las grandes multinacionales, con filiales repartidas por todo el globo, han deshumanizado un proceso de producción en el que las personas son solo un recurso más, prescindible si las cuentas de la empresa así lo requieren. El sistema convulso y cambiante en el que se insertan les ha ido despojando de sus derechos hasta convertirlos en simples autómatas que ejecutan una y otra vez la misma tarea. En las fábricas de hoy en día no hay tiempo ni lugar para las imperfecciones humanas.

La única solución estriba en situar a la empresa y al trabajador en el mismo lado de la balanza para vencer a la incertidumbre. Al fin y al cabo los empresarios, como nosotros, también tienen alma.

20 marzo 2009

LOS EXCÉNTRICOS DICTADOS DE LA FE


La Iglesia Católica ha comenzado una “nueva cruzada” para recuperar la influencia y el poder que ostentaba hace no tantos años. Hechos como el levantamiento de un minivaticano de Madrid, el rechazo del Papa al uso del preservativo como solución contra el Sida o la excéntrica campaña contra el aborto en la que se plantea que en España se protege más a las especies en peligro de extinción de lo que se cuida el derecho a la vida de los embriones son los diálogos más importantes que la fe ha abierto con la sociedad en una controversia en la que se recuperan los viejos discursos del conservadurismo.

La construcción del llamado minivaticano de Madrid ha suscitado las quejas y las protestas de cientos de ciudadanos de la capital que consideran un atropello que se utilicen terrenos públicos para fines religiosos. Si el proyecto sigue adelante, el nuevo complejo urbanístico-eclesiástico ocupará una extensión de 25.000 metros cuadrados en la zona histórica de las Vistillas, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, algo que ha causado la indignación de varias asociaciones laicas y vecinales que ya preparan una campaña de acciones para frenar lo que han calificado como “un privilegio más de la jerarquía católica”.

La polémica cesión de espacio urbano por parte del alcalde, Alberto Ruíz Gallardón, al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, pone fin a 20 años de negociaciones tras la aprobación de la operación Ciudad de la Iglesia. Las fuerzas políticas opositoras, PSOE e IU, ya han presentado un recurso contencioso-administrativo con el apoyo de buena parte de los vecinos más afectados por la inminente construcción de lo que oficialmente se llama “Plan Parcial de Reforma Interior de la Cornisa del río Manzanares”. Uno de ellos es el concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Lara, que aboga incluso por pedir ayuda divina para obrar un milagro. “Le rogaremos a Dios para que la resolución de los tribunales llegue antes que el inicio de las obras”, afirmó en tono condescendiente.

La resistencia ciudadana a la puesta en marcha del proyecto pretende emprender en los próximos días una oleada de concentraciones pacíficas regulares que desemboquen poco antes de Semana Santa en una gran manifestación que llegue hasta la Catedral de la Almudena. Todos los esfuerzos son pocos para tratar de “impedir que, una vez más, se pongan los servicios públicos al servicio de los intereses particulares de una empresa privada: la Iglesia”, tal y como dijo el presidente de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, Luis Vega.

Al conflicto urbano en la capital de España se le une la discutida campaña publicitaria que los obispos españoles han sacado a las calles de 37 ciudades en contra del aborto. En la imagen del anuncio aparece un lince y un recién nacido para denunciar que las especies animales en peligro de extinción reciben mayor protección jurídica que un no nacido. El coste y el origen del dinero utilizado para sufragar los gastos de marketing han propiciado un debate que a buen seguro supondrá para la Iglesia un precio, el del desgaste público, mucho más elevado que el estrictamente económico. El portavoz episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, ha asegurado que el montante no supera los 250.000 euros, una cifra menor dado el gran impacto que la iniciativa ya ha tenido en los medios. Las respuestas desde la clase política tampoco se han hecho esperar y ya se le han añadido los adjetivos de agresiva o provocadora.

Mientras tanto, Benedicto XVI visita Camerún en el primer viaje apostólico que el Sumo Pontífice realiza a tierras africanas, el continente en el que más crece el catolicismo. En África se localiza el 68 % de los infectados por el VIH a nivel mundial, es decir, 22,5 millones de subsaharianos según las cuentas de la OMS. Realidad a la que Joseph Ratzinger responde con el desprecio tajante de los preservativos como instrumento de contención del Sida y con la propuesta de la “abstinencia y la oración” como única vía eficaz para luchar contra la epidemia. Como era de esperar, la condena de las palabras del Papa ha llegado hasta el punto de ser tachado de “cómplice a sabiendas de nuevos contagios”, como han sugerido las asociaciones de homosexuales de Italia.

Con todos estos frentes abiertos, la Iglesia ha vuelto a la portada de la agenda mediática para tratar de recuperar, desde el combate dialéctico, el territorio cedido en los últimos tiempos. Ésta no sería una mala praxis si los argumentos que utiliza para defender sus posturas no retrotrajesen el debate social a temas sexoangelicales, como la definición exacta del inicio de la vida, o a propuestas obsoletas, como la abstención como “única vía de escape” para las enfermedades de transmisión sexual.

Los máximos representantes de la fe católica han impuesto sus propias reglas en el tablero y con estas fichas la partida se decanta a su favor. Hasta que la conversación pública no abandone el uso de estos términos vacios el progreso será imposible ya que el punto de partida del que pueda brotar un principio de consenso se ubica cada vez más alejado de los problemas del presente.

19 marzo 2009

POR UN PERIODISMO COMPROMETIDO

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II Jornadas de Comunicación y Desarrollo
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En los tiempos que corren no es fácil hablar de buenas prácticas periodísticas cuando los medios de comunicación nos muestran, con demasiada frecuencia, malas copias de aquello que los profesores se afanan en contar en las facultades que debería ser el periodismo riguroso y objetivo que ensalzan los manuales. Mientras tanto, los periodistas del mañana siguen montando corrillos en cada cambio de clase para intercambiar siempre las mismas frases decaídas de “no hay trabajo” y “cuando termine me dedicaré a otra cosa”. Aún así, hay visos de esperanza en una profesión terriblemente denostada en la que todavía quedan voces capaces de reavivar, en los estudiantes, la inquietud y la pasión que les produce el periodismo.
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En el marco de las “Jornadas de Comunicación y Desarrollo” que por segundo año consecutivo ha organizado la ONG Solidarios en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, se han escuchado, en primicia, los testimonios de dos de las periodistas más reconocidas de nuestro país y por ende dos de las voces más interesantes y preparadas para entonar el discurso del buen periodismo hecho desde el compromiso. Rosa María Calaf, 63 años, y Ana Pastor, 31, son dos de las máximas representantes de dos generaciones de mujeres periodistas que han hecho del ejercicio de su trabajo, desde las redacciones o desde el lugar de la noticia, un auténtico modo de vida.
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A punto de jubilarse y con una larga y brillante trayectoria a su espalda como corresponsal de TVE1 en ciudades tan dispares como Moscú, Nueva York, Viena, Roma o Buenos Aires, Rosa María Calaf reflexiona sobre el exceso de información en la actualidad. La “constante repetición de lo mismo” ha ocupado el espacio de los medios superponiéndose al análisis y ahogando la multiplicidad de perspectivas sobre la realidad de los acontecimientos. El anhelo por la inmediatez y la lucha encarnizada de las cámaras por llegar las primeras han terminado por mercantilizar un oficio para el que Kapúscínski dijo alguna vez que los cínicos no servían.
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Con la tranquilidad que da la experiencia y con los galones de ser la corresponsal más veterana de la televisión pública para la que todavía sigue trabajando, ahora desde Hong Kong, Calaf quiso delimitar la diferencia existente entre lo urgente y lo importante, conceptos que muchas veces se confunden a favor de los intereses empresariales de los grupos de comunicación. “En el periodismo de hoy en día hay muertos de primera y muertos de tercera. No existen los muertos de tercera. Existe una distorsión absoluta de los que deberían ser los principios éticos que rigen esta profesión”, resaltó la comunicadora catalana cuestionando también la tendencia de los medios a bombardear al espectador con imágenes desoladoras que despiertan en ellos una “solidaridad efímera” que desaparece con la llegada de una nueva catástrofe. “Tres años después del Tsunami de Indonesia, ¿Quién se pregunta hoy que ha pasado con los damnificados?”, apostilló el pelo rojo más famoso de la televisión.
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Por su parte, Ana Pastor, una de las caras más reconocidas de la pequeña pantalla desde su llegada en 2006, habló principalmente de honestidad. “No se trata de que seamos objetivos sino honestos. La equidistancia está haciendo mucho daño al periodismo”, afirmó la presentadora de 59 segundos, circunstancia profesional que considera anecdótica en su vida y con la que disfruta cada día porque si hay algo que apasiona de verdad a Ana Pastor, eso es la política. “La política lo es todo. Desde que me levanto hasta que me acuesto no puedo quitarme la chaqueta de periodista”.
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La madrileña, especialmente sensible con las situaciones precarias de los países africanos, viaja siempre que puede a Níger para “oler la miseria de uno de los mundos que habitan este mundo y que mucha gente no quiere ver”. Es su manera de entender una profesión a la que se dedica en cuerpo y alma, las 24 horas del día. A pesar de las dificultades que entraña el panorama internacional, quiso dejar patente, en su intervención, un mensaje de esperanza y optimismo: “Quizás las nuevas generaciones seamos las más apolíticas de la historia pero también somos las más comprometidas”. Para ella, la única forma de desempeñar con criterio esta profesión es “siendo buena persona y no dejar que nos engañen. Ante la duda, periodismo”.
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Rosa María Calaf y Ana Pastor son, en definitiva, dos periodistas que se admiran, dos cosmovisiones que mantienen un mismo sueño por el que luchar y que parte de la misma vocación de ser intermediarias entre las realidades sociales que existen en el mundo y de las que muchas veces no somos conscientes. Como se dijo en algún momento del diálogo que se mantuvo tras las intervenciones de las ponentes más allá de “no perder el norte” lo que no deberíamos nunca es “perder el sur”.
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El esfuerzo y el trabajo diario es el punto de unión entre dos generaciones distintas que caminan hacia las mismas metas y que persiguen los mismos objetivos. Hacer periodismo con dignidad y compromiso no parece una utopía imposible desde las voces y el saber hacer de dos periodistas de mundo que han querido compartir su experiencia y su palabra con una sala repleta de estudiantes, de periodistas en potencia, que a buen seguro han visto en sus caras la mirada crítica y honesta que ellos querrán para sí el día de mañana.
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18 marzo 2009

LA EDUCACIÓN SALE A LA PALESTRA


Ya hace mucho tiempo que los periódicos dejaron de ser objetivos, si es que lo fueron en algún momento a lo largo de la constantemente cuestionada historia del periodismo. Esa no es ninguna novedad. El "nuevo periodismo" permite que la interpretación no se encierre solo en determinadas secciones, como ocurría en los viejos y amarillentos ejemplares que reposan en las estanterías de las hemerotecas, sino que facilita su extensión, sin miramientos, desde la primera a la última página de cada tirada. En los días de crisis en que vivimos, el que no toma postura es arroyado por la vorágine informativa y el punto de vista sesgado pasa a convertirse en una trinchera ideal en la que protegerse de las tempestades argumentativas y de los editoriales arrojadizos de los contrarios. Así son las reglas del juego.

En la mayoría de los casos, una misma noticia puede cambiar paracticamente de significado en función de la perspectiva y las estadísticas de las que eche mano el periodista para reforzar su información. Como ejemplo, baste con sacar a la palestra el acalorado debate sobre la educación en España, siempre entre alfileres, que ha levantado la decisión del Tribunal Supremo de revocar la reforma del Bachillerato que propuso el Gobierno de Zapatero para contener el abandono escolar. He aquí dos propuestas encontradas para entender una misma realidad.
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Como dice el sociólogo y psicoanalista esloveno, Slavoj Žižek , los objetos ya traen en su interior la mirada del otro ... y las noticias también. Solo falta por saber quién es ese otro él que mira.
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Sentencia por la mediocridad

La propuesta del Gobierno que buscaba una modernización necesaria del Bachillerato español ha sido anulada por el Tribunal Supremo. La medida diseñada por el Ministerio de Educación tenía como principal objetivo la reducción del abandono escolar, un problema verdaderamente acuciante ya que el 31% de los jóvenes dejan de estudiar después de la educación obligatoria, una cifra que duplica la media de la Unión Europea.

El “curso puente” que se proyectaba desde la cartera dirigida por Mercedes Cabrera estaba previsto para su puesta en práctica a partir del próximo curso. La controvertida medida, que finalmente no llegará a aplicarse, consistía en darles a los alumnos la opción de cursar un “año intermedio” entre 1º y 2º cuando acumulasen no más de cuatro asignaturas suspensas. De este modo los estudiantes podrían completar el curso con algunas materias avanzadas de 2º, además de las pendientes que ya venían arrastrando. Finalmente, lo que nacía como un voto de confianza para la juventud fue cortado de raíz por la máxima instancia del Poder Judicial.

A pesar de las críticas recibidas con especial contundencia por los miembros de la oposición y por otros organismos como la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE), los argumentos del ministerio han sido claros desde un principio. Los alumnos de Bachillerato tendrían que aprobar de igual manera todas las asignaturas pero con esta norma, muerta antes de nacer, se les evitaría la frustración de tener que cursar por segunda vez las materias ya superadas.

La decisión del Supremo ha escogido el camino de la rigidez y el de la apatía en lugar de optar por la senda, muchas veces olvidada por las estructuras del Estado, de dar facilidades y apoyo a los jóvenes estudiantes en unos años decisivos para su formación y en los que, para más inri, deben decidir en un corto espacio de tiempo qué dirección tomar para dilucidar su futuro académico o profesional.

Con la sentencia ya en firme, la ministra Cabrera ha asegurado que “seguirán buscando alternativas” para mejorar y modernizar la educación española. Cada año, el 23% de los estudiantes de 1º de Bachillerato repite (porcentaje que va desde el 28% en Baleares al 13,5% en el País Vasco), según los últimos datos del Ministerio de Educación en 2007. La situación de las aulas en nuestro país no es buena pero solo se podrá revertir si todos remamos en la misma dirección.
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Suspenso en educación

El Tribunal Supremo ha tomado una decisión que puede verter un poco de luz en el enorme pozo sin fondo en el que ha caído la educación española.

La máxima instancia del Poder Judicial ha revocado una de las medidas más controvertidas de la reforma del Bachillerato diseñada por el Gobierno de Zapatero al anular la posibilidad de que los alumnos de primer curso puedan pasar a segundo con hasta cuatro asignaturas suspensas. Esta norma, contenida en un real decreto de 2007, ofrecía a los estudiantes la oportunidad de elegir entre repetir el año escolar completo o solo las asignaturas suspendidas en complemento con algunas materias avanzadas del curso siguiente.

Con la acción del Supremo las aulas españolas pondrán, a partir de ahora, más trabas a la mediocridad de un sistema educativo que sigue sin convencer a nadie. De este modo el notable deterioro que, en los últimos años, ha sufrido la calidad de la enseñanza de nuestro país se verá respaldada por una medida que huye del “facilismo” en favor de la “cultura del esfuerzo”, tal y como abogaban las voces más críticas con la postura del Ministerio de Educación en torno a esta cuestión.

La cartera dirigida por Mercedes Cabrera, aún acatando la sentencia, no renuncia a buscar alternativas que, ateniéndose a la LOE, alcancen el objetivo que buscaban desde un primer momento: evitar que los alumnos tengan que volver a cursar asignaturas ya aprobadas y así, según sus propias palabras, lograr “una modernización del bachillerato”. Una modernización que, como siempre, se basa en la ley del mínimo esfuerzo.

El eterno debate sobre la educación sigue abierto. Los datos que el Informe PISA, elaborado por la OCDE cada tres años, no nos invitan precisamente a ser optimistas. Los resultados de 2006 sitúan a España como uno de los países peor parados de la Unión Europea, sólo por delante de Rumanía, Bulgaria y Grecia. Los indicadores evaluados en materia educativa no dejan lugar a dudas: 24 puntos por debajo de la media y 20 puntos de descenso respecto al último informe.
Ante un panorama tan desolador la Justicia ha salido al paso para quitarle la razón al Gobierno en una materia, la educación, en la que suspende desde 2004. El fallo del Tribunal Supremo supone un halo de lucidez entre la constante pasividad de unos gobernantes que acostumbran a mirar para otro lado.
 

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