La Iglesia Católica ha comenzado una “nueva cruzada” para recuperar la influencia y el poder que ostentaba hace no tantos años. Hechos como el levantamiento de un minivaticano de Madrid, el rechazo del Papa al uso del preservativo como solución contra el Sida o la excéntrica campaña contra el aborto en la que se plantea que en España se protege más a las especies en peligro de extinción de lo que se cuida el derecho a la vida de los embriones son los diálogos más importantes que la fe ha abierto con la sociedad en una controversia en la que se recuperan los viejos discursos del conservadurismo.
La construcción del llamado minivaticano de Madrid ha suscitado las quejas y las protestas de cientos de ciudadanos de la capital que consideran un atropello que se utilicen terrenos públicos para fines religiosos. Si el proyecto sigue adelante, el nuevo complejo urbanístico-eclesiástico ocupará una extensión de 25.000 metros cuadrados en la zona histórica de las Vistillas, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, algo que ha causado la indignación de varias asociaciones laicas y vecinales que ya preparan una campaña de acciones para frenar lo que han calificado como “un privilegio más de la jerarquía católica”.
La polémica cesión de espacio urbano por parte del alcalde, Alberto Ruíz Gallardón, al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, pone fin a 20 años de negociaciones tras la aprobación de la operación Ciudad de la Iglesia. Las fuerzas políticas opositoras, PSOE e IU, ya han presentado un recurso contencioso-administrativo con el apoyo de buena parte de los vecinos más afectados por la inminente construcción de lo que oficialmente se llama “Plan Parcial de Reforma Interior de la Cornisa del río Manzanares”. Uno de ellos es el concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Lara, que aboga incluso por pedir ayuda divina para obrar un milagro. “Le rogaremos a Dios para que la resolución de los tribunales llegue antes que el inicio de las obras”, afirmó en tono condescendiente.
La resistencia ciudadana a la puesta en marcha del proyecto pretende emprender en los próximos días una oleada de concentraciones pacíficas regulares que desemboquen poco antes de Semana Santa en una gran manifestación que llegue hasta la Catedral de la Almudena. Todos los esfuerzos son pocos para tratar de “impedir que, una vez más, se pongan los servicios públicos al servicio de los intereses particulares de una empresa privada: la Iglesia”, tal y como dijo el presidente de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, Luis Vega.
Al conflicto urbano en la capital de España se le une la discutida campaña publicitaria que los obispos españoles han sacado a las calles de 37 ciudades en contra del aborto. En la imagen del anuncio aparece un lince y un recién nacido para denunciar que las especies animales en peligro de extinción reciben mayor protección jurídica que un no nacido. El coste y el origen del dinero utilizado para sufragar los gastos de marketing han propiciado un debate que a buen seguro supondrá para la Iglesia un precio, el del desgaste público, mucho más elevado que el estrictamente económico. El portavoz episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, ha asegurado que el montante no supera los 250.000 euros, una cifra menor dado el gran impacto que la iniciativa ya ha tenido en los medios. Las respuestas desde la clase política tampoco se han hecho esperar y ya se le han añadido los adjetivos de agresiva o provocadora.
Mientras tanto, Benedicto XVI visita Camerún en el primer viaje apostólico que el Sumo Pontífice realiza a tierras africanas, el continente en el que más crece el catolicismo. En África se localiza el 68 % de los infectados por el VIH a nivel mundial, es decir, 22,5 millones de subsaharianos según las cuentas de la OMS. Realidad a la que Joseph Ratzinger responde con el desprecio tajante de los preservativos como instrumento de contención del Sida y con la propuesta de la “abstinencia y la oración” como única vía eficaz para luchar contra la epidemia. Como era de esperar, la condena de las palabras del Papa ha llegado hasta el punto de ser tachado de “cómplice a sabiendas de nuevos contagios”, como han sugerido las asociaciones de homosexuales de Italia.
Con todos estos frentes abiertos, la Iglesia ha vuelto a la portada de la agenda mediática para tratar de recuperar, desde el combate dialéctico, el territorio cedido en los últimos tiempos. Ésta no sería una mala praxis si los argumentos que utiliza para defender sus posturas no retrotrajesen el debate social a temas sexoangelicales, como la definición exacta del inicio de la vida, o a propuestas obsoletas, como la abstención como “única vía de escape” para las enfermedades de transmisión sexual.
Los máximos representantes de la fe católica han impuesto sus propias reglas en el tablero y con estas fichas la partida se decanta a su favor. Hasta que la conversación pública no abandone el uso de estos términos vacios el progreso será imposible ya que el punto de partida del que pueda brotar un principio de consenso se ubica cada vez más alejado de los problemas del presente.
La construcción del llamado minivaticano de Madrid ha suscitado las quejas y las protestas de cientos de ciudadanos de la capital que consideran un atropello que se utilicen terrenos públicos para fines religiosos. Si el proyecto sigue adelante, el nuevo complejo urbanístico-eclesiástico ocupará una extensión de 25.000 metros cuadrados en la zona histórica de las Vistillas, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, algo que ha causado la indignación de varias asociaciones laicas y vecinales que ya preparan una campaña de acciones para frenar lo que han calificado como “un privilegio más de la jerarquía católica”.
La polémica cesión de espacio urbano por parte del alcalde, Alberto Ruíz Gallardón, al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, pone fin a 20 años de negociaciones tras la aprobación de la operación Ciudad de la Iglesia. Las fuerzas políticas opositoras, PSOE e IU, ya han presentado un recurso contencioso-administrativo con el apoyo de buena parte de los vecinos más afectados por la inminente construcción de lo que oficialmente se llama “Plan Parcial de Reforma Interior de la Cornisa del río Manzanares”. Uno de ellos es el concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Lara, que aboga incluso por pedir ayuda divina para obrar un milagro. “Le rogaremos a Dios para que la resolución de los tribunales llegue antes que el inicio de las obras”, afirmó en tono condescendiente.
La resistencia ciudadana a la puesta en marcha del proyecto pretende emprender en los próximos días una oleada de concentraciones pacíficas regulares que desemboquen poco antes de Semana Santa en una gran manifestación que llegue hasta la Catedral de la Almudena. Todos los esfuerzos son pocos para tratar de “impedir que, una vez más, se pongan los servicios públicos al servicio de los intereses particulares de una empresa privada: la Iglesia”, tal y como dijo el presidente de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, Luis Vega.
Al conflicto urbano en la capital de España se le une la discutida campaña publicitaria que los obispos españoles han sacado a las calles de 37 ciudades en contra del aborto. En la imagen del anuncio aparece un lince y un recién nacido para denunciar que las especies animales en peligro de extinción reciben mayor protección jurídica que un no nacido. El coste y el origen del dinero utilizado para sufragar los gastos de marketing han propiciado un debate que a buen seguro supondrá para la Iglesia un precio, el del desgaste público, mucho más elevado que el estrictamente económico. El portavoz episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, ha asegurado que el montante no supera los 250.000 euros, una cifra menor dado el gran impacto que la iniciativa ya ha tenido en los medios. Las respuestas desde la clase política tampoco se han hecho esperar y ya se le han añadido los adjetivos de agresiva o provocadora.
Mientras tanto, Benedicto XVI visita Camerún en el primer viaje apostólico que el Sumo Pontífice realiza a tierras africanas, el continente en el que más crece el catolicismo. En África se localiza el 68 % de los infectados por el VIH a nivel mundial, es decir, 22,5 millones de subsaharianos según las cuentas de la OMS. Realidad a la que Joseph Ratzinger responde con el desprecio tajante de los preservativos como instrumento de contención del Sida y con la propuesta de la “abstinencia y la oración” como única vía eficaz para luchar contra la epidemia. Como era de esperar, la condena de las palabras del Papa ha llegado hasta el punto de ser tachado de “cómplice a sabiendas de nuevos contagios”, como han sugerido las asociaciones de homosexuales de Italia.
Con todos estos frentes abiertos, la Iglesia ha vuelto a la portada de la agenda mediática para tratar de recuperar, desde el combate dialéctico, el territorio cedido en los últimos tiempos. Ésta no sería una mala praxis si los argumentos que utiliza para defender sus posturas no retrotrajesen el debate social a temas sexoangelicales, como la definición exacta del inicio de la vida, o a propuestas obsoletas, como la abstención como “única vía de escape” para las enfermedades de transmisión sexual.
Los máximos representantes de la fe católica han impuesto sus propias reglas en el tablero y con estas fichas la partida se decanta a su favor. Hasta que la conversación pública no abandone el uso de estos términos vacios el progreso será imposible ya que el punto de partida del que pueda brotar un principio de consenso se ubica cada vez más alejado de los problemas del presente.