10 diciembre 2008

REMINISCENCIAS DE AQUEL PARÍS

El Plan de Bolonia ha conseguido revivir el movimiento estudiantil en España. Universidades públicas de Barcelona, Madrid, Sevilla y Valencia acogen, desde hace meses, asambleas en las que miles de voces, contrarias a la reforma europea, piden que se paralice un proceso que, según sus pancartas, conducirá a la enseñanza superior a la mercantilización mediante la intromisión de la financiación privada. Manifestaciones, encierros indeterminados en algunas facultades y la participación activa en los órganos de decisión de las instituciones de las que forman parte son sus altavoces para hacerse oír en un debate con exceso de ruido y al que no han sido invitados.

Lo que en 1999 había surgido como un cambio pacífico suscrito por 29 países, hoy 46, con el fin de modernizar e internacionalizar la educación universitaria se ha convertido en una guerra abierta entre estudiantes y organismos. Los primeros protestan en contra de las becas-préstamos, de la precarización de las titulaciones y de una supuesta eliminación de las carreras de humanidades por ser menos rentables para el mercado. Piden la paralización del proceso y la escenificación pública de una discusión en la que todos los interesados puedan tomar parte. Los segundos, rectores y políticos, dicen que la inversión pública no se verá afectada, ni tampoco su independencia y aseguran que el nuevo plan mejorará las salidas laborales y que seguirá siendo accesible para todos los bolsillos. Piden respeto al alumnado en el uso de sus mecanismos de expresión y aceptan su implicación en la configuración de los planes de estudio.

La fuerza que impulsa las movilizaciones es, a fin de cuentas, la sensación que muchos jóvenes tienen de no haber sido consultados. Un vacio democrático que les hace invisibles e inoperantes para el sistema. Nadie les ha dado explicaciones y por eso reivindican su derecho de participar en las decisiones que marcarán su futuro académico y profesional. “Queremos que nos escuchen. Aunque no consigamos nada ya hemos ganado porque al menos la gente se está cuestionando las cosas”, afirma Laura Flores, estudiante de Derecho en Sevilla. Su lucha, más allá del ámbito de la educación, es también la construcción de una sociedad más justa y estructurada.

Cuatro décadas más tarde, en lo esencial esta historia es la misma que la que tantas veces Ismael Serrano le pidió a su padre que le contase. Aquel cuento tan bonito en el que estudiantes con flequillo y guerrillas urbanas, uniformadas con pantalones de campana, luchaban contra el orden establecido por la quinta República francesa gobernada por De Gaulle a finales de los sesenta. En aquella ocasión, bajo el lema de “seamos realistas, exijamos lo imposible”, miles de personas vieron la oportunidad de cambiar la “vieja sociedad” y sustituirla por una nueva fundamentada en los derechos y en la libertades. Pese a todo, aquella revolución inédita, dirigida por primera vez en la historia por estudiantes, no triunfó y los ideales de aquel mayo se evaporaron sin transformaciones inmediatas pero si dejaron huellas en las nuevas formas de pensar el mundo. Cuarenta años después, algunas reminiscencias de aquellos acontecimientos contestatarios han aparecido en las principales universidades españolas como la Autónoma de Barcelona o la Complutense de Madrid.

Los contextos son distintos y los protagonistas otros pero es inevitable no recordar aquel Paris, en la primavera de 1968, en el que muchos jóvenes inconformistas soñaron con un mundo diferente en el que buscar arena de playa bajo los adoquinados del capitalismo occidental. En España los objetivos de la protesta no van tan lejos pero la reacción en defensa de unos principios comunes es la misma que la de aquellos intrépidos comandados por Daniel Cohn-Bendit.

Sobre el papel, está previsto que para el curso 2010/2011 el proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) se finalice en todos los países firmantes. Para entonces, salvo que contra todo pronóstico las movilizaciones logren sus objetivos, el Plan de Bolonia será una realidad y sus defectos y virtudes evidentes. Sea como sea, todo el esfuerzo de los estudiantes por hacerse visibles y partícipes de sus propias vidas habrá merecido la pena, aunque solo sea por haberse atrevido a pensar que las cosas hubieran podido ser de otra manera.

1 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

me gusta mucho el nuevo diseño, como me gusta soñar con mayo del 68...

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