Pasan y pasan los días y el descansillo de los cobardes sigue lleno de sueños rotos. Sentado en un escalón torcido de una escalera que no lleva a ninguna parte, sigo esperando a que alguien me diga porque demonios hoy tampoco tuve agallas para decirselo. "No pasa nada". "Mañana se lo digo".
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Y así día tras día. "La próxima vez, no se me puede escapar". Pero la próxima vez no es más que un calco repetido de la primera y ésta una mala copia de la última vez en que llegué el último en la carrera de la valentía. Y todo por ser un cobarde, escondido en una escalera de caracol que da vueltas y vueltas alrededor de la conciencia, para terminar siempre, en el mismo escalón torcido en el que se detienen todos los pusilánimes inseguros.
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Puede que sea verdad que la eternidad también tenga un límite en algún lugar o en algún instante. Entonces, debo darme prisa. Se que algún día por desgracia, será demasiado tarde para volver, a sentarme y contar las letras necesarias que habrían hecho que todo fuese diferente. Casi siempre la cuenta perfecta sale con dos palabras. Simplemente dos vocablos habrían sido suficientes para cambiar el mundo de haber sido pronunciadas en el momento justo y por la persona adecuada. Pero la irreverente impuntualidad de las palabras sigue destrozando ilusiones que mueren antes de ser concebidas.
Sueño con un día en el que, aunque sea necesario revolver el orden confuso de toda la inmesidad y dejarlo patas arriba, quizás encuentre las palabras exactas (mágicas) que necesito para romper con esta espera interminable de silencio en la escalera. Y entonces me decidiré por fin. Me levantaré, me tropezaré en el último escalón y después de olvidar por un instante que soy un cobarde y de sentirme realmente estupido, justo antes de salir corriendo ... entonces cogeré aire ... y temblando se lo diré con solo dos palabras.
Sueño con un día en el que, aunque sea necesario revolver el orden confuso de toda la inmesidad y dejarlo patas arriba, quizás encuentre las palabras exactas (mágicas) que necesito para romper con esta espera interminable de silencio en la escalera. Y entonces me decidiré por fin. Me levantaré, me tropezaré en el último escalón y después de olvidar por un instante que soy un cobarde y de sentirme realmente estupido, justo antes de salir corriendo ... entonces cogeré aire ... y temblando se lo diré con solo dos palabras.
Espero que para entonces, no sea demasiado tarde. La eternidad no puede esperar.
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