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Hoy es el día del libro. Uno de esos días en los que recibir un libro o una rosa además de un placer es el mejor regalo. En un calendario al que le faltan días para tantas celebraciones, era de recibo, que uno de esas 365 fechas señaladas estuviese dedicada al libro y por extensión a la lectura.
Me refiero a esas lecturas compartidas con la almohada o a esas otras que nos acompañan bajo tierra entre estación y estación. Esos momentos inolvidables en los que un buen libro hace que naveguemos en un barquito de papel por mares de tinta enloquecidos mientras se desatan tempestades de fantasías en nuestra imaginación a la deriva. Y después..., al día siguiente, despertar de ese naufragío tirado en la realidad y esperando volver a zarpar en busca de mil aventuras.
Ai esos libros!...con los que tantos buenos momentos hemos pasado. Esas historias que antes, y yo el primero, detestaba porque algún profesor me había obligado a leer contra mi voluntad pero que me engatusaron cuando descubrí que se podía leer porque sí y no solo por imposición. Si señores, leer es un placer. Leer es viajar a nuevos mundos y vivir experiencias que jamás podríamos imaginar si no nos asomásemos a esa ventana con vistas a la cultura que nos descubre un libro abierto. -
Ahora las nuevas tecnologías los han desbancado de las estanterías
para colocar en su lugar televisiores o fotos de comunión, que seguramente adornan mejor, pero sólo eso. Los libros, quedense tranquilos los nostálgicos, siempre tendrán lugar en el mundo, por iletrados que nos hagan los nuevos tiempos. Si Gutenberg levantase la cabeza...
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En fin, aunque sólo sea por un día, hoy es un día para leer y para dejarse llevar. Aquí os dejo, como homenaje a San Jordi, tres pinceladas de las fabulosas greguerías de Ramón Gómez de la Serna:
- Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas.
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- El libro es el salvavidas de la soledad.
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- El libro es un pájaro con más de cien alas para volar.
----------------------------------------------------------Feliz día del libro!
23 abril 2008
15 abril 2008
Aquellos maravillosos años
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Con el paso del tiempo parece que la vida pasa más y más de prisa. Antes, cuando eramos niños deseábamos como nadie cumplir 15 años para regresar a casa más tarde de las ocho y esperábamos con impaciencia los primeros pelos de una barba todavía hoy poco poblada en la mayor parte de los casos, o al menos, en el mío propio.-No hace mucho, unas marcas de tiza en la pared mostraban cuanto habíamos crecido desde el verano anterior y darle un beso en la mejilla a una chica, era algo poco menos que asqueroso.
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Los tiempos han cambiado...y tanto que han cambiado. Llenarse de barro hasta las cejas ya no es tan divertido y aquello que parecía asqueroso y ruborizaba al más pintado se ha convertido en un dulce de ambrosía. Nos hemos hecho mayores, pero ¿para qué?
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Media vida hemos estado con el ceño fruncido, de morros hacía el reloj para que las manijas enloquecieran de una vez y girasen más y más deprisa para que en casa nos tratasen como adultos y la raya de lado que cada mañana pintaba mamá en nuestras cabecitas de niños buenos se convirtiesen, al fin, en los flequillos y tirabuzones rebeldes de los chicos que van al instituto. En un abrir y cerrar de ojos aquellos años pasaron, en los que un día sin saber como dejamos de ser fieles al sueño genial de Peter Pan por dejar que nos embaucasen las modas pasajeras de una juventud cansada de esperar.
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Hoy muchos de aquellos niños, seguimos estudiando, otros ya trabajando y algunos, aunque pocos, tienen ya un firme proyecto de vida para el futuro. Somos todo aquello que siempre habíamos querido ser, pero aún así a veces seguimos mirando de reojo a ese reloj traicionero y pensamos en tener, dentro de unos años, un buen trabajo y en conducir un coche potente...pero, ¿Cuando hemos dejado de ser niños?
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Es una pregunta díficil. Quizás la respuesta pase por no mirar tanto el reloj y olvidarse un poco del tiempo y de la hora que organiza nuestra existencia. Pensar, tal vez, solo en vivir y en disfrutar de cada segundo como si fuese el último. Pero el odioso tic-tac sigue resonando en nuestra conciencia...
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Al fin y al cabo llegar tarde no es tan malo si el camino largo mereció la pena. Se lo dice un impuntual sin remedio.
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¡Que complicado es conformarse con lo que uno tiene! siempre hay algo que, ahora, no funciona pero que cambiará cuando "seamos mayores". Pero, saben que les digo, y les trato de usted porque ya somos "adultos".... les digo, decía, que yo de mayor quiero ser... niño otra vez!
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Con el paso del tiempo parece que la vida pasa más y más de prisa. Antes, cuando eramos niños deseábamos como nadie cumplir 15 años para regresar a casa más tarde de las ocho y esperábamos con impaciencia los primeros pelos de una barba todavía hoy poco poblada en la mayor parte de los casos, o al menos, en el mío propio.-No hace mucho, unas marcas de tiza en la pared mostraban cuanto habíamos crecido desde el verano anterior y darle un beso en la mejilla a una chica, era algo poco menos que asqueroso.
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Los tiempos han cambiado...y tanto que han cambiado. Llenarse de barro hasta las cejas ya no es tan divertido y aquello que parecía asqueroso y ruborizaba al más pintado se ha convertido en un dulce de ambrosía. Nos hemos hecho mayores, pero ¿para qué?
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Media vida hemos estado con el ceño fruncido, de morros hacía el reloj para que las manijas enloquecieran de una vez y girasen más y más deprisa para que en casa nos tratasen como adultos y la raya de lado que cada mañana pintaba mamá en nuestras cabecitas de niños buenos se convirtiesen, al fin, en los flequillos y tirabuzones rebeldes de los chicos que van al instituto. En un abrir y cerrar de ojos aquellos años pasaron, en los que un día sin saber como dejamos de ser fieles al sueño genial de Peter Pan por dejar que nos embaucasen las modas pasajeras de una juventud cansada de esperar.
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Hoy muchos de aquellos niños, seguimos estudiando, otros ya trabajando y algunos, aunque pocos, tienen ya un firme proyecto de vida para el futuro. Somos todo aquello que siempre habíamos querido ser, pero aún así a veces seguimos mirando de reojo a ese reloj traicionero y pensamos en tener, dentro de unos años, un buen trabajo y en conducir un coche potente...pero, ¿Cuando hemos dejado de ser niños?
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Es una pregunta díficil. Quizás la respuesta pase por no mirar tanto el reloj y olvidarse un poco del tiempo y de la hora que organiza nuestra existencia. Pensar, tal vez, solo en vivir y en disfrutar de cada segundo como si fuese el último. Pero el odioso tic-tac sigue resonando en nuestra conciencia...
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Al fin y al cabo llegar tarde no es tan malo si el camino largo mereció la pena. Se lo dice un impuntual sin remedio.
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¡Que complicado es conformarse con lo que uno tiene! siempre hay algo que, ahora, no funciona pero que cambiará cuando "seamos mayores". Pero, saben que les digo, y les trato de usted porque ya somos "adultos".... les digo, decía, que yo de mayor quiero ser... niño otra vez!
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12 abril 2008
El gen de la discordia
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Un único e insignificante gen de los más de 30 millones que componen al genoma humano ha sido el causante del sufrimiento de miles de personas. Esta es una de las muchas lecturas que se podrían extraer de un reciente estudio desarrollado por investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén que determina la probabilidad de que los dictadores más despreciables en la Historia de la humanidad compartan ciertas características en un gen determinado.
La secuencia de ADN a la que se refieren estos estudiosos es el gen AVRP1 que, como ya se descubrió en 2005, posibilita que una hormona llamada vasopresina actúe sobre las células cerebrales. Esta hormona está asociada a la creación de vínculos sociales y afectivos, lo que significa que cuanta más cantidad de vasopresina concentre una persona, mayor será su tendencia a la generosidad y al altruismo con los demás. El caso contrario se produce cuando en los centros de recompensa de sus cerebros se genera poco placer ante las acciones de este tipo.
La razón por la que déspotas incalificables como Hitler, Mussoloni, Pinochet, Mobutu o Franco hayan desarrollado un grado tan alto de egoísmo y crueldad hacía sus súbditos está en la longitud, más corta de lo normal, de sus genes AVRP1 lo que afectó irremediablemente a su conducta futura en el poder.
Para llegar a esta conclusión, los descubridores de la función de este gen en el comportamiento de los tiranos, diseñaron un experimento económico que llamaron “El juego del dictador”. El ejercicio, desarrollado con 203 estudiantes portadores de este genotipo en sus diferentes versiones, consistió en repartir una cantidad de dinero entre ellos y comprobar si se repetían ciertas particularidades genéticas en quienes estaban menos dispuestos a compartir. El resultado no dejó lugar a dudas: el genoma AVRP1 es “el gen egoísta”.
Richard Ebstein, director de esta investigación, añade que aunque los resultados de este estudio no determinan que la longitud del gen esté directamente relacionada con la ambición y la avaricia si sugieren que existen lazos comunes. Un ejemplo claro es la fortuna que amasó Sadam Hussein con el petróleo o la que colma las arcas privadas del presidente guineano Teodoro Obiang, también gracias al oro negro. En ambos casos las poblaciones sobre las que gobernaban malvivían en la más completa miseria. ¿Es entonces un simple gen el causante de tanta desgracia?
Otros científicos no lo tienen tan claro. Nicholas Bardsley, profesor de la Universidad de Southampton (Reino Unido), discrepa con los resultados de este estudio publicados en la revista “Genes, Brain and Behaviour” de este mes. Bardsley recuerda que hay dictadores que despilfarran el dinero sin miramientos entre las personas de su entorno mientras que por otro lado podrían someter al resto de los ciudadanos del estado a condiciones de extrema pobreza.
El psicólogo español Iñaqui Piñuel, autor entre otros de un libro sobre la perversión del poder (Mi jefe es un psicópata), es aun más tajante y considera que no se debe reducir todo a las anomalías de la información genética. “Puede que en la personalidad de los dictadores haya una base genética, pero tiene que estar influida por las experiencias tempranas de su infancia para que tenga lugar esa transformación en un psicópata” señalaba la semana pasada al diario El Mundo.
Quizás la respuesta más adecuada para esta disyuntiva pase por admitir la interrelación de diversos factores que influyen drásticamente en el desarrollo emocional y afectivo del ser humano. Se suele aceptar entre los entendidos, como hemos visto más arriba, que la herencia genética, que es innegable a cada uno, y el entorno político, social y económico que componen los primeros años de vida de una persona son las bases que sustentarán su crecimiento y su evolución posterior. Aún así y a pesar de los grandes progresos de la ciencia en la secuenciación del genoma humano y en la tipificación de los grupos sociales, tratar de explicar como y por qué una persona puede llegar a convertirse en un dictador es algo que está todavía muy lejos del alcance de las investigaciones científicas y mucho más del entendimiento. No siempre la ciencia tiene respuestas para todo.
Centro de Colaboraciones Solidarias. Universidad Complutense de Madrid.
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Un único e insignificante gen de los más de 30 millones que componen al genoma humano ha sido el causante del sufrimiento de miles de personas. Esta es una de las muchas lecturas que se podrían extraer de un reciente estudio desarrollado por investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén que determina la probabilidad de que los dictadores más despreciables en la Historia de la humanidad compartan ciertas características en un gen determinado.
La secuencia de ADN a la que se refieren estos estudiosos es el gen AVRP1 que, como ya se descubrió en 2005, posibilita que una hormona llamada vasopresina actúe sobre las células cerebrales. Esta hormona está asociada a la creación de vínculos sociales y afectivos, lo que significa que cuanta más cantidad de vasopresina concentre una persona, mayor será su tendencia a la generosidad y al altruismo con los demás. El caso contrario se produce cuando en los centros de recompensa de sus cerebros se genera poco placer ante las acciones de este tipo.
La razón por la que déspotas incalificables como Hitler, Mussoloni, Pinochet, Mobutu o Franco hayan desarrollado un grado tan alto de egoísmo y crueldad hacía sus súbditos está en la longitud, más corta de lo normal, de sus genes AVRP1 lo que afectó irremediablemente a su conducta futura en el poder.
Para llegar a esta conclusión, los descubridores de la función de este gen en el comportamiento de los tiranos, diseñaron un experimento económico que llamaron “El juego del dictador”. El ejercicio, desarrollado con 203 estudiantes portadores de este genotipo en sus diferentes versiones, consistió en repartir una cantidad de dinero entre ellos y comprobar si se repetían ciertas particularidades genéticas en quienes estaban menos dispuestos a compartir. El resultado no dejó lugar a dudas: el genoma AVRP1 es “el gen egoísta”.
Richard Ebstein, director de esta investigación, añade que aunque los resultados de este estudio no determinan que la longitud del gen esté directamente relacionada con la ambición y la avaricia si sugieren que existen lazos comunes. Un ejemplo claro es la fortuna que amasó Sadam Hussein con el petróleo o la que colma las arcas privadas del presidente guineano Teodoro Obiang, también gracias al oro negro. En ambos casos las poblaciones sobre las que gobernaban malvivían en la más completa miseria. ¿Es entonces un simple gen el causante de tanta desgracia?
Otros científicos no lo tienen tan claro. Nicholas Bardsley, profesor de la Universidad de Southampton (Reino Unido), discrepa con los resultados de este estudio publicados en la revista “Genes, Brain and Behaviour” de este mes. Bardsley recuerda que hay dictadores que despilfarran el dinero sin miramientos entre las personas de su entorno mientras que por otro lado podrían someter al resto de los ciudadanos del estado a condiciones de extrema pobreza.
El psicólogo español Iñaqui Piñuel, autor entre otros de un libro sobre la perversión del poder (Mi jefe es un psicópata), es aun más tajante y considera que no se debe reducir todo a las anomalías de la información genética. “Puede que en la personalidad de los dictadores haya una base genética, pero tiene que estar influida por las experiencias tempranas de su infancia para que tenga lugar esa transformación en un psicópata” señalaba la semana pasada al diario El Mundo.
Quizás la respuesta más adecuada para esta disyuntiva pase por admitir la interrelación de diversos factores que influyen drásticamente en el desarrollo emocional y afectivo del ser humano. Se suele aceptar entre los entendidos, como hemos visto más arriba, que la herencia genética, que es innegable a cada uno, y el entorno político, social y económico que componen los primeros años de vida de una persona son las bases que sustentarán su crecimiento y su evolución posterior. Aún así y a pesar de los grandes progresos de la ciencia en la secuenciación del genoma humano y en la tipificación de los grupos sociales, tratar de explicar como y por qué una persona puede llegar a convertirse en un dictador es algo que está todavía muy lejos del alcance de las investigaciones científicas y mucho más del entendimiento. No siempre la ciencia tiene respuestas para todo.
Centro de Colaboraciones Solidarias. Universidad Complutense de Madrid.
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Publicado por
David Rodríguez Seoane
en
2:00 a. m.
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Etiquetas:
Periodismo Solidario CCS
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1 comentarios
09 abril 2008
Buenas noches y Buena suerte
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Hasta no hace mucho pensaba que las cosas en la vida sucedían porque en algún lugar había un guión preestablecido que decía, con pelos y señales que era lo que tenía que ocurrir en cada escena, en cada día o en cada segundo. Una especie de manual de instrucciones que explicaba de manera sencilla que era lo que se suponía que tenía que decir ahora, que carrera tendría que estudiar o si esta noche prefiero macarrones con bechamel o con salsa de tomate. Al fin y al cabo siempre toca pasta...
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En definitiva una hoja de ruta a la que uno siempre podría recurrir, sin compromiso, cuando no recuerde el comentario inteligente que todo el mundo busca en una conversación aburrida o la solución exacta a un enredo sin salida. Un avezado apuntador que nos indique cual era su canción favorita o la fecha de vuestro aniversario con solo mirar de reojo detrás del telón.
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En definitiva una hoja de ruta a la que uno siempre podría recurrir, sin compromiso, cuando no recuerde el comentario inteligente que todo el mundo busca en una conversación aburrida o la solución exacta a un enredo sin salida. Un avezado apuntador que nos indique cual era su canción favorita o la fecha de vuestro aniversario con solo mirar de reojo detrás del telón.
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Bien, después de muchos intentos fallidos en buscar y resbuscar entre estanterías polvorientas y cajas de embalaje ese libreto no está. No existe y lo que es peor no hay regidor con quien aclarar las dudas, las dichosas dudas. Así que no nos queda otra que improvisar. -
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Siempre se ha dicho que algo importante en la vida es tener seguridad. Tener empleo fijo, pareja estable, un plato caliente en cada comida etc. pero en los tiempos que corren en los que ya casi nada es de verdad y nada es para siempre es muy importante que los dados jueguen a favor.
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Acostumbrados a intentar controlarlo todo, nos hemos olvidado de que la suerte es un elemento, como otros, esencial en la vida y que no todo está recogido en esa guía de viaje que muchos quisieramos tener para esas veces en que la partida vino mala. Por injusto que parezca a veces tener suerte es la principal diferencia en un mundo alarmantemente mal repartido en esta y en tantas otras cosas.
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En el gran teatro de la vida no hay lugar para ensayos ni presuntuosos decorados y mucho menos para pautas perfectamente hilvanadas en las que se marque el camino a seguir en cada momento. En esta función por fortuna o por desgracia todo es improvisado.
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Buenas noches y Buena Suerte
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Publicado por
David Rodríguez Seoane
en
3:30 a. m.
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Pensamientos y reflexiones
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