29 noviembre 2008

LES PARAULES SON LA CLAU DEL MÓN

Las palabras son la llave que abre las puertas del mundo. Este poema visual del poeta catalán Joan Brossa (1919-1998) titulado La clau destapa la magía del objeto (una llave / una clave) para hacernos participes del significado más profundo que encierran las puertas del lenguaje. Sólo a través de las palabras podemos dejar que entren las corrientes del entendimiento en nuestro mundo cerrado e inexpresivo.

La clau, Joan Brossa

25 noviembre 2008

REDES SOCIALES, ESPEJO DE MULTITUDES

Las redes sociales son el espejo de la juventud. Ejemplos como los de Facebook (con 110 millones de perfiles activos), MySpace o Tuenti se han convertido en una herramienta útil y sencilla con la que muchos jóvenes de diversos puntos del planeta pueden entablar relaciones interpersonales online. Los usuarios crean versiones idealizadas de ellos mismos en las que sacan a relucir sus mejores virtudes con el afán de gustar a su entorno en la red. De los demás y de su reconocimiento depende el sentirse bien con su identidad verdadera.

Un estudio psicológico de la Universidad de Los Ángeles (UCLA), basado en las actitudes de estudiantes universitarios de Estados Unidos ante esta nueva forma de comunicación, asegura que este tipo de redes contribuye al desarrollo de la personalidad del individuo. “Las redes sociales se han convertido en una forma más de desarrollo personal. La identidad, las relaciones románticas y sexuales, todo queda reflejado en internet”, afirma Patricia Greenfield, co-autora de la investigación junto con Adriana Manago.

Manuel Castells, catedrático de sociología y urbanismo en la Universidad de Berkeley (California) y autor de referencia en el estudio de la sociedad de la información, describió hace años una de las mayores paradojas de nuestro tiempo, la identidad como principio básico de vida y de movilización social en la era de la globalización. “Desde las trincheras de la identidad, que dan seguridad y calor humano se pueden encontrar nuevas formas de relación con este mundo insólito e impredecible. La gente construye lo que es y lo que siente a partir de su experiencia y de sus códigos culturales”, avanza el sociólogo manchego en 1997, cuando a buen seguro no había oído hablar todavía del “fenómeno Facebook”. Más de una década después, el concepto de identidad adquiere una nueva dimensión por medio de la expansión global de la red de redes.
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A pesar de la magnitud inabarcable de internet el objetivo que busca la mayoría de los jóvenes no es establecer contacto con extraños sino ampliar y reforzar sus relaciones y amistades que ya mantienen en la vida real. Las plataformas locales como Skyrock (Francia), StudiVZ (Alemania), Hyves (Holanda) o Xianonei (China) ganan terreno en detrimento de las más extendidas porque permiten una interacción más cercana y homogénea favorecida por otros factores como la lengua y los propios contenidos a los que dan acceso. La reafirmación del yo es una vez más un resultado esperado por sus participantes que tratan de acercarse a su personalidad ideal.
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Pero el reverso de la moneda esconde un efecto contraproducente. La convergencia de la identidad real con su proyección digital en los ámbitos locales puede suponer un serio problema dada la escasa protección a la que está sujeta la información personal que introducen los internautas. Un peligro que muchos no tienen en cuenta y que podría volverse en su contra si es esa información es usada en los procesos de selección laboral o incluso como fraude identitario. Las agencias de protección de datos han puesto el grito en el cielo contra los responsables de estos “círculos de socialización” para que informen a sus usuarios de los peligros que corren y para que cuenten con su consentimiento expreso. Mientras tanto, según los informes de los investigadores de la UCLA, un elevado procentaje de los padres no saben a que activiades se dedican sus hijos cuando utilizan estas revolucionarias herramientas de interconexión.
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Horas y horas delante de un ordenador con la intención de construir la imagen personal que mejor se refleje en el perfil social que verán los demás. Así es la rutina diaria de millones de personas en todo el mundo. Internet es hoy la misma respuesta complaciente que los hermanos Grimm daban a la madrasta de Blancanieves a través del espejo mágico para satisfacer sus ideales narcisistas. En el reino de las redes sociales todos quieren ser los más bellos aunque solo sea a través de su álter ego virtual. Ahora más que nunca, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, los cuentos de hadas se hacen realidad.

23 noviembre 2008

Los mundos infinitos de Paul Auster


La última obra de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad (Man in the dark), propone entre las múltiples historias que se entrelazan en su trama la vieja y apasionante teoría de los mundos paralelos o infinitos como hubiera afirmado Giordano Bruno en sus teorías heliocéntricas en las que refutaba la idea de la infinitud del universo antes de ser acusado de blasfemia y herejía para finalmente ser ajusticiado en la hoguera allá por el año 1600 en el Campo dei Fiori de Roma.

El filósofo italiano, citado en la obra de Auster, defiende en sus escritos la existencia de múltiples sistemas solares similares al nuestro que existían paralelamente como subconjuntos de un todo supremo que en aquella época (siglo XVI) insisitían en llamarle Dios. Más de cuatrocientos años después de aquellos debates teológicos sobre la inmensidad, el Príncipe de Asturias de las Letras en 2006 habla, en su último libro, de las "inmorales" teorías de Bruno y de paso de una reveladora versión de la política norteamericana de los últimos tiempos.

El hilo principal de la historia transcurre en Vermont (Nueva Inglaterra) en donde Auguste Brill, un escritor retirado, se recupera en la casa de su hija de un accidente de coche. En las largas noches en las que nunca consigue conciliar el sueño comienza a inventar una historia en su cabeza que lo abstrae de sus dolores y del recuerdo de su esposa fallecida. Comienza aquí una segunda historia, un mundo paralelo, en la que un nuevo protagonista llamado Owen Brick vive en unos Estados Unidos inmersos en una sangrienta guerra civil en la que los ciudadanos se enfretan entre si en dos bandos claramente diferenciados. Eso sí, en esta nueva América, la guerra de Irak nunca ha acontecido y las las torres gemelas siguen en pie en el centro neurálgico de Nueva York.

Pronto ambas tramas se entrelazarán con otras pequeñas narraciones de los personajes en las que se cuentan pasajes anteriores de sus vidas. En el trasfondo, una crítica velada, Estados Unidos se autodestruye a si mismo en una lucha contra ellos mismos. Así se despliegan dos novelas simultaneas, dos mundos diferentes en los que también habrá espacio para el amor, la traición y sobre todo para la fantasmagórica visión de un mundo sincrónico en el que las cosas que se daban por sentado han tomado caminos y provocado consecuencias distintas.

Las profecías de Giordano Bruno se cumplen en las poco más de doscientas páginas que la editorial Anagrama puso en las librerías españolas a principios de septiembre. Uno puede aventurar, tras la lectura, que existen tantos universos como hombres conviven y se destruyen en la faz de la Tierra y de tantos otros planetas desconocidos en los que quizás un individuo sin nombre ni rostro haya imaginado alguna vez un mundo curiosamente muy similar al que conocemos.

Así comienza el relato de Auster: Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana.

PD: Para saber más sobre Paul Auster y su obra existe un blog de referencia en ¡Esto es Brooklyn!

19 noviembre 2008

Después de todo...se hizo la luz

Algunos acontecimientos cambian el mundo de manera irreversible. El 11 de septiembre de 2001 fue uno de esos días oscuros en los que el despertador no tenía que haber sonado. El terrorismo atentaba gravemente contra New York, contra el imperialismo estadounidense y contra el corazón de cada persona. Después de aquello...el futuro que nos espera ya nunca será el mismo.

A raíz de la caida de las Torres Gemelas se promovieron numerosas iniciativas en recuerdo a las víctimas del World Trade Center. Una de ellas fue el rodaje de una película colectiva compuesta por 11 cortometrajes dirigidos por 11 directores diferentes y de una amplia diversidad cultural. La cinta fue divulgada con el título alusivo de 11´09´´01 Once de Septiembre. Fue un mensaje de paz, una mirada tranquilizadora a un mundo desvocado.

Sean Penn fue el director de uno de aquellos cortos con el que quiso, en poco más de 11 minutos, transmitir un sentimiento de dolor por la perdida y de esperanza para el resto del camino. Un relato magnífico encarnado por Ernest Borgnine, uno de esos secundarios de lujo del Hollywood de antaño, que dice que incluso desde la repulsividad hacia los crímenes más atroces también queda lugar para la poesía y para la memoria.

El mundo se derrumbó en aquel 11 de septiembre. Desde entonces tenemos la firme obligación de construir desde el centro de la gran ciudad una nueva aldea global sin sombras que marchiten el viejo y trasnochado ideal de vivir en paz algún día. Entonces...se hará la luz.
 

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